Rumbo al 11A
Montes, Ruíz y las derivas del masismo
El escenario político y las estrategias trazadas por los dos candidatos a la Gobernación han sufrido un vuelco radical con la reinstalación de la polarización y el debate sobre la figura de Áñez y Evo en noviembre de 2019



El camino al 11 de abril se ha convertido en una pista contaminada por los asuntos nacionales y sus últimas novedades relacionadas al “ajuste de cuentas” sobre los hechos de octubre y noviembre de 2019. Ni las estrategias de Álvaro Ruíz (MAS), ni la de Óscar Montes (Unidos), contaba con un escenario semejante a estas alturas, y aún así, nadie puede relajarse demasiado.
A diferencia de lo sucedido en 2015 entre Adrián Oliva y Pablo Canedo, esta vez ambos candidatos “clasificaron” con un empate técnico a 38% en la primera vuelta, por lo que en teoría ambos tienen el mismo margen para crecer.
La teoría clásica dice que el voto de Adrián Oliva, genuinamente antimasista, se irá Óscar Montes al tratarse del frente constituido para enfrentar al MAS. Otra más pragmática señala que los leales de Oliva difícilmente podrán encajar en la nueva estructura que pretenda implementar Montes, mientras que la de Ruíz es mucho más escuálida – no en vano, en Uriondo aguantó a cuadros de Camino al Cambio hasta el final -. Aún hay otra que habla de Montes y Ruíz como las dos patas del masismo tarijeño y recuerda que el primero es íntimo amigo de Milcíades Peñaloza, Roberto Ruíz y otros cuadros que, a su vez, están enfrentados con el candidato oficial Álvaro Ruíz.
Este escenario parecía prometer una batalla de fondo y forma en la campaña de la segunda vuelta en la que Ruíz prometía lluvia de millones y Montes, lluvia de recortes. ¿Cuánto ha cambiado el escenario desde que el anterior viernes el MAS decidiera que le importaban poco las segundas vueltas?
Ruíz y la docilidad
Para Álvaro Ruíz la cuesta se ha vuelto un poco más empinada. Por alguna razón desconocida, pues no atiende a criterios demográficos puros, el Gobierno nacional siempre ha preferido tener invitados o candidatos con un perfil clasemediero en sus listas. La explicación oficial es que con ello se pretende acercar a otros sectores tarijeños – se refieren siempre a la capital – que pudieran dar el respaldo a una candidatura del MAS no tan “indígena originaria campesina” y más acomodada.
Ruíz es un converso que empezó en Unidad Nacional, pasó a Camino al Cambio para ganar la alcaldía de Uriondo y finalmente abrazó al MAS, pero en su tránsito se ha preocupado por integrarse – no tanto por formarse – entre las organizaciones sociales, conocer su funcionamiento y sus lógicas. En el último embate, Ruiz se quedó junto a Evo Morales y no tardó en convertirse en uno de los pocos voceros en Tarija y uno importante – desde la FAM – para hacer oposición a Jeanine Áñez. Con todo, los suyos le siguen colgando el estigma de sospechoso.
En su campaña ha combinado sus dos yo, uno para acercarse a la base del MAS y otra para mantenerse entre las élites chapacas a la espera de que caiga algo. Además, su mensaje ha sonado poderoso: dejémonos de peleas, lo que hace falta es la plata del Gobierno nacional.
Las imágenes que salen desde la cárcel con Jeanine Áñez en huelga de hambre y todo el ruido alrededor de la aprehensión no beneficia en nada al candidato del MAS, al menos en Tarija, ya que su arma de campaña desde hace años viene siendo ese concepto de “superar la confrontación” que también usan los de la vereda del frente.
El radicalismo de Montes
El escenario parece ser más favorable para Óscar Montes, salvo que sus dotes de equilibrista le acaben jugando una mala pasada. Su campaña se basaba en asegurar que “por experiencia” mantendrían una buena relación con el Gobierno Nacional, “como en el pasado”, que permitiría que Tarija saliera de la crisis, pero esto no parece cubicar ahora ni por el rival masista ni por el momento de tensión.
El quince años alcalde de Cercado alardea a menudo de haber trabajado con seis presidentes desde la lealtad institucional, aunque lo cierto es que cinco fueron en cinco años y después vino una década completa del MAS de Evo, que es precisamente la década en la que los recursos empezaron a fluir. Las invitaciones de Evo Morales a sumarse a su partido han sido reiterativas, y a Montes se le señala como socio encubierto en la definición de las listas de 2014, y también por haber apostado casi siempre a dividir la oposición en beneficio del MAS – con Tuto en 2014, con Ortiz en 2019, con Áñez en 2020 -.
Curiosamente, Montes, que en noviembre de 2019 presentó la llegada de Víctor Hugo Zamora al Ministerio de Hidrocarburos como un éxito particular de su partido UNIR, que ingresaba al Gobierno, pasó después a negar la alianza con Áñez de la que se salió precisamente en el momento justo anterior del derrumbe.
En esta nueva coyuntura, Montes ha pasado a reivindicar la figura de Jeanine Áñez y atacar duramente – como nunca- al Movimiento Al Socialismo (MAS), a quien le ha dedicado palabras gruesas en términos democráticos.
La trayectoria de Montes es cada vez más difícil de explicar, porque llegó desde la socialdemocracia a la europea del MIR y va escorándose cada vez más a la derecha, como lo hizo con la alianza de Áñez y posteriormente, con la de Cossío, pero los estrategas advierten que “el pueblo tiene memoria”.
El escenario es complejo tanto para Ruíz como para Montes y su suerte dependerá en gran medida de cómo el Gobierno administre lo que resta del escándalo. En cualquier caso, nadie puede asegurar que todo esto sea agua pasada el 11 de abril. Ni que se llegue al 11 de abril.