Álvaro Ruíz y qué ser primero
Ruíz parece más interesado en ser el “Gobernador del MAS” que el “Gobernador de Tarija”, algo que en las tierras del sur, con la autodeterminación impresa en el ADN desde antes de Eustaquio Méndez y la adhesión a Bolivia, suena mal.



El Movimiento Al Socialismo (MAS) tarijeño dedicó tanto tiempo y tanto esfuerzo en sacarse la mugre entre ellos que ha llegado a la campaña medio desfondado. Y es que en el MAS Tarija nunca fue tan de verdad aquello de que una vez se decide, todos los frentes hacen cuerpo común por el candidato elegido.
Walter Ferrufino, el candidato derrotado en la pugna fratricida por la Gobernación, ha hecho un par de gestos de cara a la galería para tratar de mostrar unidad, pero en el entorno de Ruíz sigue la desconfianza, pues pesos pesados como Pilar Lizárraga o Darío Gareca han salido damnificados de todo esto.
En el MAS, sus voceros experimentados repiten en público y en privado que están ante la oportunidad más fácil para conquistar la Gobernación, análisis que se basa en una lectura simple de los frentes de oposición, a priori divididos entre la propuesta de Adrián Oliva y la propuesta de Óscar Montes, que esta vez se ha desplazado más a la derecha.
En esas, la nominación de Ruiz se fundamentó en una lógica que muchas veces utilizaron precisamente los denostados “invitados” para hacerse con los puestos de salida y de franja de seguridad: penetrar en las clases medias de Cercado que, sumadas a las clases populares, garantizaran una mayoría para imponerse en las ánforas con claridad. Esto ya pasó, por ejemplo, en la elección presidencial de 2014 donde el MAS fue la fuerza más votada ante la división de Unidad Demócrata (Samuel Doria Medina) y PDC (entonces Tuto Quiroga, apoyado por Óscar Montes).
Los leales a Ruiz rechazan esta simplificación y defienden que el proceso de “conversión” de Ruíz al masismo no ha sido de la noche a la mañana sino un largo proceso en el que ha pagado “derecho de piso” y cuya “pureza” se ha puesto a prueba en varias ocasiones.
Carrera de fondo
Ruíz es hijo de un militar de alto rango con buenas inversiones en varias empresas, entre ellas Pil Tarija. El propio Ruíz ha hecho dinero con varias importadoras de productos para la minería en Cochabamba. Sin problemas económicos, su vocación política se despertó pronto y fue candidato de Unidad Nacional, después de Camino al Cambio, con quien ganó la alcaldía de Uriondo, pega que después reeditó con el Movimiento Al Socialismo.
Como Mario Cossío cayó en seis meses, casi todos sus alcaldes y subgobernadores tuvieron tiempos largos para darse vuelta y que se notara. Álvaro Ruíz, por ejemplo, se empeñó en “masimizar” el muy chapaco Festival de la Vendimia y traer año sí y año también a Evo Morales, Álvaro García o a los dos.
En su segunda gestión, ya conocido, empezó a medrar primero desde la Asociación de Municipios de Tarija (AMT) articulando una oposición económica a Oliva, que había instalado el discurso de la crisis heredada. De ahí saltó a la Federación de Asociaciones Municipales (FAM), cuya presidencia le dio acceso a los principales actos de Gobierno junto a Morales. De hecho, fue uno de los que estuvo en La Haya.
En paralelo, Ruíz armó “su grupo” en Tarija sumando alcaldes desde el lobby de la AMT – Delfor Burgos, Gladys Alarcón -, acercándose al díscolo José Quecaña en el Chaco, tomando el MAS orgánico con Carlos Acosta y aliándose fuertemente con Eider Quiroga para tener entrada en la Federación Campesina, mientras se abría hueco en Vivienda, FPS y otros espacios de poder.
En la campaña de 2019 se mojó lo básico y con la caída de Evo Morales el 10 de noviembre se borró unas semanas, pero pronto volvió a aparecer firme al lado del presidente caído convirtiéndose en un fijo en Buenos Aires y ser uno de los pocos que estuvo en la presentación de Luis Arce en el estadio del Deportivo Español.
Después también hizo oposición a Jeanine Áñez reclamando por los recursos de la pandemia para los municipios y con el asunto del Avifavir, además de confrontar con algunos ministros por el tema nacional. Tras la victoria de Luis Arce – a quien le dio pega en la FAM durante su convalecencia – Ruíz sonó como ministro de Gobierno y fue el encargado de coordinar el arribo de Evo Morales a Bolivia, desde Villazón hasta Chimoré.
El favorito de La Paz
La carrera de fondo le pudo parecer suficiente para ser nominado en una fórmula clásica del “dedazo” de Evo, pero el MAS Tarija no sería el MAS Tarija si algo resultara normal, así que tuvo que sudar tinta para lograr una nominación que lo ha colocado como “el favorito de La Paz” pese al teatrillo del Pacto de Unidad, etc. En esto, lo de Ferrufino tiene más peso, aunque sea el elegido de los advenedizos que ya medraron junto a Lino Condori.
Ser el favorito de La Paz tiene otro problema añadido, y ha develado la otra pata flaca de su candidatura que sus estrategas trataban de ocultar: Ruíz parece más interesado en ser el “Gobernador del MAS” que el “Gobernador de Tarija”, algo que en las tierras del sur, con el discurso de la autodeterminación impreso en el ADN desde antes de Eustaquio Moto Méndez y la adhesión a Bolivia, suena mal.
Ruíz intentará apuntalar sus propuestas contra reloj en este febrero, donde continuará con su campaña de la mano del Gobierno, tratando de resolver los problemas – o prometiendo su solución – como garantía de futuro. Su plan estrella: invertir 700 millones de dólares en 100 días es ahondar en esa dependencia, pues solo el Gobierno puede autorizar un endeudamiento muy fuera de los márgenes permitidos en la actual situación.
A Ruíz y su equipo les queda un mes para centrar su mensaje y llegar a los nichos que necesita llegar y que no está llegando. Lo del Gobierno Amigo no lo había sido todo.