Rumbo al 18-O
El enésimo último pulso del MAS
El Instrumento Político ha logrado reinventarse luego de una larga etapa al servicio del Gobierno de Evo Morales. La crisis ha reverdecido los orígenes que García Linera desvió. El músculo mostrado en la ALP abre nuevo escenario



El MAS es un quiebre, una comunión de intereses capaz de supeditarse a un objetivo mayor, aunque no por ello silenciados. El MAS no es el PCUS, ni el Partido Comunista Chino. Ni siquiera el partido socialista cubano o el venezolano. Aquellos que han operado cerca de las cloacas del partido azul aseguran que no desaparecerá, otros analistas que observan desde la acera de enfrente con parámetros clásicos lo catalogan de acabado.
Las crónicas y análisis del mes de agosto indican que el MAS podía haber muerto dos veces. La primera por el levantamiento popular mal instrumentalizado al priorizar en las demandas la fecha electoral y que fue criminalizado por el poder al vincularlo a los problemas de gestión de la pandemia. La segunda luego de que se airearan las relaciones personales del expresidente Evo Morales, con una acusación de estupro específico pendiente de su resolución judicial.
Sin embargo, el mes acaba con el MAS mostrando músculo legislativo y vocación social con una sobreproducción de leyes que han arrinconado al Gobierno y sus iniciativas. El diferimiento de créditos, el pago de alquileres, el bono de mil pesos, la atención en clínicas privadas a precio regulado, garantizar el curso escolar, regular la donación de plasma, etc., son leyes seguramente no muy trabajadas e impulsadas aprovechando la coyuntura, pero de momento han servido para reinventarse, mantenerse en un lugar central del tablero.
Sin disciplina, pero con voluntad de poder
El Movimiento Al Socialismo nunca fue un partido disciplinado, ni siquiera al principio. Su fortaleza parte de la insurrección y su toma del poder es el ejemplo más claro de la teoría populista del significante vacío de Laclau, pues en el “fuera Goni” de 2003 se sumaron una enorme cantidad de reivindicaciones que conducían a lo mismo.
Del enorme bloque coincidente que se armó en 2003 fueron cayendo los movimientos con mayor formación o pensamiento propio. El gran operador de “la purga” fue Álvaro García Linera, siempre más chino que indianista, y que trató de reconfigurar el Instrumento Político genuino en una máquina electoral al servicio del Gobierno. Con apoyo del sempiterno ministro de la Presidencia de Morales, Juan Ramón Quintana, acabó conciliando los intereses sectoriales con la acción de gobierno y aniquilando cualquier disidencia.
Ambos impusieron una suerte de masismo despótico ilustrado - todo para el pueblo, pero sin el pueblo – donde lo indígena tenía mucho de simbólico y poco de poder. En la construcción, los analistas del status quo vinieron posicionando esa idea para abrir el MAS a otros sectores urbanos de mayor formación académica, precisamente esos donde García Linera estaba cómodo.
Los operadores más cercanos de aquellas épocas, sin embargo, señalan que más allá de lo que los medios advertían, los movimientos sociales entendieron el momento histórico y se subordinaron a la acción de Gobierno por la genuina vocación de poder. Con todo, hubo momentos de tensión en los que “se sentó la mano”: gasolinazo; y otros debates abiertos desde el ejecutivo que nunca trascendieron a la luz pública por la firme oposición social.
Sin ideología, pero populares
El MAS no es un partido alineado a una ideología, sino a unos intereses a veces contrapuestos. Las clases populares en Bolivia: gremiales, campesinos, cocaleros, mineros, etc., son esencialmente liberales en su concepción económica del Estado y lo han seguido siendo durante los 14 años de Gobierno del MAS.
El germen común de las matrices del MAS es el nacionalismo – a veces con mucho paroxismo en su disonancia teórica y práctica -, no el socialismo. Uno de los representantes de la izquierda nacional, purgada en la primera hornada, señala que cuando en 2010, después de la “refundación” del Estado Plurinacional y haber derrotado las resistencias autonómicas, el Gobierno busca a la Central Obrera lo hace para contrapesar el poder de las matrices, revestirse de un izquierdismo teórico y trazar una especie de norte para la acción de gobierno a mediano plazo.
García Linera impulsó ese camino que acabó desnaturalizando al MAS en su concepto y a la propia Central Obrera, todos finalmente imbuidos en una suerte de capitalismo de Estado con docenas de emprendimientos fallidos y mezclados con exitosos negocios privados favorecidos desde el Estado.
El compendio de leyes impulsadas por el MAS en las últimas semanas da cuenta de ello. El MAS es conceptualmente de izquierdas por su base popular, pero no por su discurso. Otra cosa es que no haya a su izquierda ninguna otra opción para acoger el voto más ideológico.
Sin referentes, pero con rostros
El MAS básico no reaccionó en octubre – noviembre de 2019, pero sí se movió en agosto. Unos analistas advierten un concepto de justicia popular en esas reacciones. También un destete. Quien creyó que el MAS era una pulsión al servicio de sus jefes, se equivocó.
Lo prolongado de la gestión de Morales acabó por frustrar muchos liderazgos emergentes. También eclipsó algunos divergentes en formas más que en fondos. Sin embargo, el final abrupto ha llevado a Morales al exilio y la mayoría de los Ministros de entonces son hoy por hoy parte de un pasado sin rostro.
Y a pesar de todo, el MAS ha podido reinventarse desde las organizaciones y desde los poderes, y una veintena de nombres – de Eva Copa a Andrónico Rodríguez pasando por Chambi, Ruíz o Choque – aguantan el tirón público con relativo éxito.
Para los analistas de las cloacas, el último arreón del MAS en la Asamblea complementa lo que hizo a primeros de mes, la presencia en el territorio sigue fuerte y la capacidad política, también. El MAS no engaña a nadie. Mientras tanto, al otro lado, la división y la batalla encarnizada les facilita el objetivo.