El declive de Wilman Cardozo
Ni en sus peores pesadillas Wilman Cardozo se había visto en una situación tan peliaguda como la actual. En su última irrupción en la plaza Luis de Fuentes de Tarija, donde solía ser uno de los políticos más solicitados, tuvo que pedir la vez y acabó hablando solo con un periodista, de...



Ni en sus peores pesadillas Wilman Cardozo se había visto en una situación tan peliaguda como la actual. En su última irrupción en la plaza Luis de Fuentes de Tarija, donde solía ser uno de los políticos más solicitados, tuvo que pedir la vez y acabó hablando solo con un periodista, de papel todavía, es decir, de los que cortan sus chascarrillos en la editada. El resto de periodistas se fue alejando poco a poco con el convencimiento de que no había nada nuevo bajo el sol.
Los últimos datos levantados en el territorio advierten de la encrucijada. El aliado “especial” de Adrián Oliva en el Chaco está cayendo en picado, su popularidad no es la de antes y su imagen está siendo penalizada por unos y rebasada por otros. Básicamente es el resultado de la nueva forma de hacer política a la que Cardozo no se ha adaptado.
El Chaco ha sido la gran apuesta del Movimiento Al Socialismo, para abrir un nuevo nicho de votos que junto a sus votantes tradicionales le dieran opciones de ganar en Tarija. Lo lleva haciendo desde 2010 y en 2015 tuvo opciones reales de victoria hasta que a alguien se le ocurrió poner a Pablo Canedo, el más chapaquísimo y menos campesino de todos los barajados, al frente de la lista que evidentemente perdió apoyo por lo uno y por lo otro. Aun así logró un 40 por ciento en segunda vuelta nada despreciable.
En el Chaco el MAS utilizó la estrategia clásica en la toma del poder: de arriba abajo. Primero cooptó a las autoridades y poco a poco ha ido consolidando voto duro como demuestra el incremento de voto y participación en las últimas convocatorias a favor de la opción del Gobierno: el Sí en el referéndum constitucional y la participación válida en la elección judicial. Con el fichaje de Carlos Brú, Rubén Vaca, Lorgio Torres y el retorno de José Quecaña, el MAS se dispuso a una colaboración activa que sumara voluntades.
Al frente, casi por estoicismo, se quedó solo Wilman Cardozo tal vez junto a un Mario Cavero que no acaba de despuntar y el grupo crítico – analista – activista de Esteban Farfán y Fernando Vidal. Hasta los ungidos candidatos bajo su manto de protección electoral, aquellos a los que llevó a la victoria partiéndose la cara con todos, como la diputada Marcela Vásquez y el alcalde Ramiro Vallejos, lo han abandonado. Cardozo, de blanco y negro y poca autocrítica, lo tiene claro: traición.
Cardozo lleva todo el siglo ganando elecciones, incluso en situaciones complicadas, como cuando Mario Cossío lo sacó de la lista de Convergencia en 2009 y se tuvo que pelear el curul compartiendo sigla con el alcalde potosino René Joaquino. La venganza, claro, fue épica y sin necesidad de recordarla aquí.
El problema de Cardozo ha venido cuando ha tenido que hacer política desde la propuesta y no desde la confrontación. En el Chaco las autoridades, particularmente Quecaña, ya no entran al trapo porque saben que resta y la indefinición de la Autonomía Regional, que a estas alturas parece que nadie quería, le acaba restando. “¿Dónde nos llevaste, Cardozo?” se preguntan ya algunos de sus más leales votantes.
Cardozo no ha sabido actualizar el chip desde la batalla de la Autonomía y su perfil no es especialmente atractivo en la batalla democrática que se plantea en las calles con el “Bolivia Dijo NO”. Cardozo es una especie de caudillo que conoce como nadie los resortes del poder, pero ni el 10 por ciento lo identifica como un demócrata ejemplar que pueda dar lecciones. ¿Hay venganza de vuelta de Mario Cossío?
Todavía se lo rifan. El equipo de la Gobernación lo cuida con mimo y el bloque Montes – Torres – UN lo seduce ya sin miramientos. Casi con solicitadas. Todos creen que sigue sumando votos y que puede ser determinante en la próxima elección. Esa en la que se decidirá entre el poder de toda la vida, y el futuro.
Los últimos datos levantados en el territorio advierten de la encrucijada. El aliado “especial” de Adrián Oliva en el Chaco está cayendo en picado, su popularidad no es la de antes y su imagen está siendo penalizada por unos y rebasada por otros. Básicamente es el resultado de la nueva forma de hacer política a la que Cardozo no se ha adaptado.
El Chaco ha sido la gran apuesta del Movimiento Al Socialismo, para abrir un nuevo nicho de votos que junto a sus votantes tradicionales le dieran opciones de ganar en Tarija. Lo lleva haciendo desde 2010 y en 2015 tuvo opciones reales de victoria hasta que a alguien se le ocurrió poner a Pablo Canedo, el más chapaquísimo y menos campesino de todos los barajados, al frente de la lista que evidentemente perdió apoyo por lo uno y por lo otro. Aun así logró un 40 por ciento en segunda vuelta nada despreciable.
En el Chaco el MAS utilizó la estrategia clásica en la toma del poder: de arriba abajo. Primero cooptó a las autoridades y poco a poco ha ido consolidando voto duro como demuestra el incremento de voto y participación en las últimas convocatorias a favor de la opción del Gobierno: el Sí en el referéndum constitucional y la participación válida en la elección judicial. Con el fichaje de Carlos Brú, Rubén Vaca, Lorgio Torres y el retorno de José Quecaña, el MAS se dispuso a una colaboración activa que sumara voluntades.
Al frente, casi por estoicismo, se quedó solo Wilman Cardozo tal vez junto a un Mario Cavero que no acaba de despuntar y el grupo crítico – analista – activista de Esteban Farfán y Fernando Vidal. Hasta los ungidos candidatos bajo su manto de protección electoral, aquellos a los que llevó a la victoria partiéndose la cara con todos, como la diputada Marcela Vásquez y el alcalde Ramiro Vallejos, lo han abandonado. Cardozo, de blanco y negro y poca autocrítica, lo tiene claro: traición.
Cardozo lleva todo el siglo ganando elecciones, incluso en situaciones complicadas, como cuando Mario Cossío lo sacó de la lista de Convergencia en 2009 y se tuvo que pelear el curul compartiendo sigla con el alcalde potosino René Joaquino. La venganza, claro, fue épica y sin necesidad de recordarla aquí.
El problema de Cardozo ha venido cuando ha tenido que hacer política desde la propuesta y no desde la confrontación. En el Chaco las autoridades, particularmente Quecaña, ya no entran al trapo porque saben que resta y la indefinición de la Autonomía Regional, que a estas alturas parece que nadie quería, le acaba restando. “¿Dónde nos llevaste, Cardozo?” se preguntan ya algunos de sus más leales votantes.
Cardozo no ha sabido actualizar el chip desde la batalla de la Autonomía y su perfil no es especialmente atractivo en la batalla democrática que se plantea en las calles con el “Bolivia Dijo NO”. Cardozo es una especie de caudillo que conoce como nadie los resortes del poder, pero ni el 10 por ciento lo identifica como un demócrata ejemplar que pueda dar lecciones. ¿Hay venganza de vuelta de Mario Cossío?
Todavía se lo rifan. El equipo de la Gobernación lo cuida con mimo y el bloque Montes – Torres – UN lo seduce ya sin miramientos. Casi con solicitadas. Todos creen que sigue sumando votos y que puede ser determinante en la próxima elección. Esa en la que se decidirá entre el poder de toda la vida, y el futuro.