Chile, ¿actúa solo el matón de la vecindad?
¿Qué gana Chile haciendo una demostración de su reconocida fuerza militar en momentos en que libra una delicada batalla diplomática? ¿No resulta acaso a un contrasentido y hasta un grave error?.



A primera vista, el escenario se muestra por demás contraproducente. Chile movilizando tanques Leopard, cazas F-16 y fragatas antiaéreas “Witte de With”, submarinos Scorpene y 5.500 infantes aparece como un imprudente matón de barrio. Parece decir furibundo: “Aunque ustedes tengan la razón yo tengo la fuerza, y mejor se calman”.A primera vista también, regala hasta un nuevo argumento a favor de la demanda boliviana aceptada por la Corte Internacional de Justicia (CIJ). Incluso es probablemente un apunte seguro de los magistrados de la CIJ que evalúan el caso. ¿Por qué un Estado, que asegura no tener deudas con otro notoriamente más débil, saca a relucir lo más selecto de su aparato bélico? Y lo de relucir también pesa como una intención abierta. Ejercicios militares similares realizados en años pasados fueron anunciados discretamente y sin mayor propaganda privada u oficial. Sin embargo, en este preciso año de la demanda boliviana ante la CIJ, prensa y Gobierno chilenos anunciaron pomposamente los ejercicios “Huracán 2015”. La presidenta Michelle Bachelet, en traje camuflado y con binoculares, encabezó los operativos simbolizando un gesto de Estado.¿Por qué? Un elemental balance militar muestra que ninguno de sus tres países vecinos tiene ni la predisposición ni la capacidad de atacar bélicamente a Chile. Durante por lo menos cuatro décadas el desarrollo económico y potenciamiento militar chilenos coincidió con el decaimiento y limitaciones argentinas y bolivianas. Perú, marcado por altibajos en ambos sentidos, tampoco pudo seguirle el paso.A ello se suma un factor que precipitó aún más las diferencias en esas cuatro décadas: Chile ha sido el único país de Sudamérica en recibir ayuda militar estadounidense de manera sostenida y planificada. El apoyo explícito consiste en la dotación de material bélico y hasta el establecimiento de una base militar en Concón, cerca de Valparaíso. Otro valioso respaldo es dejar que Chile negocie adquisiciones bélicas con los socios de EEUU en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).Por el contrario, toda iniciativa de potenciamiento militar argentina o boliviana, por tímida que haya sido, mereció sucesivas frenos o prohibiciones estadounidenses. Eso en los tiempos de gobiernos como los de Carlos Menem o Gonzalo Sánchez de Lozada. Tras la llegada de los Kirchner y Evo Morales a sus respectivas presidencias, las cosas tomaron cursos aún más complejos. Valga destacar que Cristina Fernández de Kirchner impidió la instalación de una base de EEUU en Corrientes y abrió relaciones militares con Irán.El caso peruano cobra un matiz particular, pero bajo la misma sombra estadounidense. Desde la década de los 70 sus militares marcadamente nacionalistas optaron por la compra de material bélico ruso. Pero sus políticos y empresarios fueron paulatinamente acercándose a los intereses estadounidenses y chilenos. Durante los tres últimos años, esos acercamientos han derivado en acuerdos militares que han creado crisis existenciales en los mandos castrenses peruanos.Se instaló una base militar estadounidense en Ancón cerca del Callao, y varias otras menores en la Amazonia peruana. Se realizaron maniobras conjuntas con el pleno de la IV flota y la llegada, en septiembre, de 3.200 marines que despertaron sonadas protestas en diversas ciudades. Finalmente, los estadounidenses han ofrecido a sus pares peruanos material bélico que permita renovar sus de a poco desgastados equipos rusos. En ese escenario, surgen al menos tres preguntas: ¿qué gana Chile con una demostración militar que articula a todas sus fuerzas? ¿Actúa sólo? ¿Es un acto de “desesperación de un gobierno aislado”, como sentenció el vicepresidente Álvaro García Linera?Las “bases” de las respuestas parecen bastante sólidas e involucrar reiterativamente a EEUU. Entre los 14 pleitos que la CIJ ventila o podría ventilar en los próximos años se hallan, por ejemplo, el diferendo entre Colombia y Nicaragua en el Caribe. El fallo acercó la soberanía nicaragüense a una de las bases de EEUU en Colombia. También suma el pleito de las islas Malvinas entre Argentina y Gran Bretaña y sus ultra conocidas connotaciones geoestratégicas británico-estadounidenses.Al ingresar en el capítulo Chile, en tierra relativamente próxima a las Malvinas y al Cabo de Hornos, pleitea con Argentina el territorio Hielos Sur. A futuro, se espera que EEUU busque instalar otra base en ese extremo patagónico. Y por si fuera poco, hacia la Polinesia, en la célebre Isla de Pascua surgieron más problemas este 2015. Diversos grupos de nativos, liderados por Levianti Araki, intensificaron sus reclamos por territorio independiente de Chile y de libre relación con China y Francia. La represión militar chilena se ha intensificado en los dos últimos gobiernos. Pero, La Moneda, alerta ante los intereses chinos o franceses, atendió otra iniciativa: EEUU busca en la Polinesia un área de 1.000 hectáreas para una nueva base militar que Santiago ha visto con buenos ojos. “Huracán 2015” con sus 35 millones de dólares de costo (gastó 20 para defenderse en la CIJ ante Perú) suena a cálculo frío. No sabe calentura, no parece mandar un mensaje intimidatorio de un “matón de la vecindad” irreflexivo y desesperado. El gendarme que lo apadrina y, precisamente en estos años, motea de bases el planeta, juega a guiñarle el ojo y darle cariñosas palmaditas en la espalda.