Manual de negociación para sobrevivir hasta 2020
Cuando en agosto de 2014 el Tribunal Constitucional Plurinacional devolvía el Estatuto Autonómico con la condición de electos de los subgobernadores (por entonces ejecutivos seccionales) expulsado del ordenamiento jurídico por tratarse de una figura no recogida ni en la Constitución ni en la...



Quien se atrevió a levantar la voz, como el entonces alcalde de Cercado Óscar Montes para recordar que esa figura carecía de contenidos y por lo tanto no debían incluirse, los cívicos de entonces, hoy y siempre firmes defensores del gobernador Adrián Oliva levantaron las banderas e incluso se promovió una resolución, en pinza con los “cívicos masistas del Chaco” para declararlo enemigo de la autonomía. Cívicos, políticos, asambleístas y candidatos guardaron un silencio calculado hasta que el ejecutivo central aprobó en octubre la Ley Electoral Transitoria que para Tarija recogía la particularidad de elegir Ejecutivos Seccionales a pesar de que se sabía que no iban a existir en el Estatuto que estaba ya en la recta final. Una vez que se aseguró que once ejecutivos seccionales serían electos el 29 de marzo, el capítulo se eliminó del Estatuto, quedando claro que habría once subgobernadores y nada más. Todo lo demás quedaba a la buena voluntad política de los actores que salieran ganando… y perdiendo.Cuando este suplemento y este periódico preguntó, advirtió y denunció los vacíos y las más que probables consecuencias, no hubo quien pusiera en cuestión la autonomía. Los candidatos blindaron filas incluso en UD-A, sin candidatos propios con opciones, salvo quizá René Valdez en San Lorenzo, de hacerse con una subgobernación. Adrián Oliva defendió su capacidad de negociación y de concertación por Tarija hasta las últimas consecuencias.El escenario complicadoQue el escenario político era complicado para Adrián Oliva se supo desde que se cerraron las ánforas de la primera vuelta e incluso desde antes. El MAS conservó su poder territorial en las provincias, lo que se traduce en una mayoría abrumadora de alcaldías (7 de 11 y dos posibles aliados), entre los ejecutivos seccionales (8 de 11 más el acuerdo MAS-ISA en Villa Montes) y entre los asambleístas (16 de 30 más dos curules de la aliada ISA más tres curules indígenas). El MAS logró esos resultados con los mismos instrumentos democráticos con los que Oliva elevó al 60 por ciento su apoyo en la segunda vuelta. Ahora bien, el silencio suicida que permitió la elección de ejecutivos seccionales debía ser conjugada y por eso el primer choque de trenes se ha dado esta semana en la Asamblea con dos leyes que pretendían regular el campo de juego de los ejecutivos seccionales (la transitoria como objeto único y en la LOPE como un artículo más dentro del poder ejecutivo). En juego la “autonomía” como sinónimo perverso de hacer lo que a cada uno le de la real gana en su territorio como esencia de ambas leyes. Ni rastro de la capacidad negociadora que se presuponía.¿Por qué el MAS no tiene miedo?Lo que ha desvelado este primer choque de trenes es que los abrazos y carantoñas con el presidente del Estado no sirven para aflojar la maquinaria disciplinada del Movimiento Al Socialismo (MAS) inquebrantable cuando los objetivos están claros. Más al contrario, según algunos militantes de UD-A como Luis Pedraza, la aproximación de Oliva a Morales puede haber perjudicado al suponer que ciertas cosas podrían entrar en el campo de la negociación.El ejecutivo de Adrián Oliva también se ha dedicado durante el mes en ejercicio a destapar “pequeños negociados” en cada una de las departiciones de la Gobernación. A crear un clima de auditoría permanente que puede traer resultados inmediatos respecto a la opinión pública, pero que no ha conseguido ningún tipo de efecto respecto a la bancada del MAS ni de ninguno de sus aliados. Hasta el momento el equipo de secretarios de Adrián Oliva no ha logrado desvelar ninguno de los grandes “asuntos turbios” que se denunciaban en las campañas y que guardan mucha más relación con la situación de crisis y la gran factura pendiente con las empresas privadas (y que no puede pagarse sin auditar). Casi la totalidad de asambleístas del MAS son nuevos, salvo Guadalupe Jurado que repite de la gestión anterior. A ninguno de ellos se les conoce de momento antecedentes turbios. Más al contrario, para un amplio sector del MAS, destapar la corrupción, si la hubiera, vinculada a la gestión de Lino Condori sería un tema prioritario precisamente para depurar responsabilidades y tomar distancias con el pasado. Otra cuestión son los probables daños colaterales que conllevaría. Retrasar las denuncias, más si es a modo de técnica de negociación, puede convertirse en un elemento boomerang.¿Queda margen de recuperación?El gobierno de Unidad Departamental Autonomista ha quemado etapas a una velocidad poco recomendable. El viernes Wilman Cardozo en el Chaco pretendía una demostración de fuerza con una movilización que por muy numerosa que lograra ser nunca llegará a los números que reflejaron las ánforas en mayo, donde si cosechó una holgada mayoría. El día anterior la violencia desatada para torpedear el tratamiento de la Ley de los Ejecutivos provocó más violencia; la Ley se aprobó. Antes ya se habían agotado todas las técnicas de negociación primero y amedrentamiento después. ¿No había nada en el campo de la política que ofrecer?Oliva tendrá que afinar una nueva estrategia si de verdad quiere llegar a acuerdos porque de momento el equipo que le rodea, tanto en la Gobernación, con Alfaro como enemigo del MAS, como en la Asamblea, tienen pocas probabilidades de éxito. Más al contrario, la técnica de seguir mirando a la cámara desde la victimización no da resultados y más bien puede provocar un agotamiento rápido, con sus consecuentes consecuencias.El conflicto con los ejecutivos seccionales estaba previsto desde el mismo momento en el que se permitió su elección sin tener un marco jurídico para ello, salvo una Ley transitoria dictada desde La Paz. Oliva deberá aprender a gobernar en estas circunstancias porque la judicialización de la política solo conseguirá retardar aún más el desarrollo y agotar, con ello, a la opinión pública.