Del MAS Tarija, su “librepensante”
María Nélida Acuña tomó partido, y ahí empezó a apagarse su luz. La flamante secretaria de Patrimonio Cultural posesionada el 29 de enero de 2013 apenas ejerció diez meses en el cargo. Su aterrizaje en el gabinete del gobernador Lino Condori fue celebrado como un logro. Artista reconocida...
La historia tiene tantos personajes como narradores y las secuencias cuentan asuntos de faldas y prensa rosa, parrilladas a costa del erario público y asaltos a mano armada a la caja chica en un contexto de guerra intestina por el poder. Es la historia de una nueva generación que se topó con el poder sin haberlo peleado y en el que la intriga y la venganza están en el orden del día. La historia de una generación que no desplazó a otra simplemente porque no existía y sin mayores reparos se dieron al todo vale.
De un lado citan al entorno más cercano del gobernador Lino Condori, al secretario de Coordinación Darío Gareca y al director de Recursos Humanos Ramón Vilca. Del otro a la propia María Nélida y al asambleísta Marcelo Poma. Por el medio se mezcla su ex mujer, Claudia Ayala, que por aquellos avatares del nepotismo cruzado ocupaba la Dirección de Gestión Cultural de la Secretaría donde recayó Acuña. Pero la historia también contempla a un ex funcionario diplomático con paracaídas y a una secretaria concubina que acude a uno de los operadores de su supuesto agresor cuando su denuncia de malos tratos se hace pública. Historias para no dormir si no fuera porque el dinero público está en juego.
Nadie puede ubicar exactamente en qué momento ni porqué empezó la guerra entre Marcelo Poma y Darío Gareca. Hay quien dice que fue porque la Gobernación no apostó por Fortunato Llanos en su candidatura a la presidencia del legislativo, hay quien dice que fue por la designación de Marco Batallanos y quien dice que fue Emtagas lo que desató la polémica, la cosa es que Gareca fue interpelado en la Asamblea Legislativa por un caso cualquiera y Poma y su compañero de batallas José Quecaña no dudaron en votar su censura, de la que fue librado gracias a la aplastante mayoría del MAS – PAN en el hemiciclo, pero el recado estaba enviado.
Entre vísceras y testosterona y fuera como fuere, a Acuña se le situó en el entorno cercano de Marcelo Poma y su grupo de leales y ahí cometió el primer error. Poma empezó a criticar cada vez más fuerte la gestión de Lino Condori y sus secretarios, con especial saña hacia Roberto Ruiz y Darío Gareca. Acuña arrojó pronto al fondo del lago su especialización en Gestión Pública y se dispuso a combatir en artes políticas al enemigo interno que torpedeaba su gestión. La guerra de memorándums es larga y peligrosa y en una de esas, por aquello de que los enemigos de mis enemigos son mis amigos, Vilca no consideró oportuno cumplir las instrucciones de su superiora que le solicitaba repartir llamadas de atención a un grupo de cuatro funcionarias. Tampoco el director de Transparencia, Gilmar Pairema creyó conveniente abrir una investigación por “delitos menores”, como si inflar facturas o el grado de tentativa fuera común en la Gobernación.
El asunto desbordó y el clima se volvió hostil, Acuña, en uso de sus facultades, optó por exigir el despido de sus enemigas cuando pudo constatar que sus trámites no habían avanzado un mínimo, como si nadie la hubiera tomado en serio. Pocos días después se plantó en escena y cantó sus verdades en conferencia de prensa ante los micrófonos y la atónita mirada de los secretarios que le acompañaban que veían como desgranaba uno por uno los casos de corrupción de los que había sido testigo y denunciante sin que nadie le hubiera dado importancia alguna. En consecuencia ratificó su renuncia y en consecuencia, derrumbó el muro de paja “denuncias políticas” “intereses mediáticos” que con mimo los colaboradores del Gobernador andan erigiendo para desvirtuar todo acto irregular. La caja chica también se llena con fondos públicos.
Un día después, su renuncia fue aceptada y su carrera política entra en una nueva fase. Para algunos, los “librepensantes” de Tarija ya tienen su Rebeca Delgado o Sabina Cuéllar, para otros fue un error pasajero, sin embargo, nadie ni en la Gobernación ni en el Movimiento Al Socialismo pueden explicar qué es lo que hizo mal María Nélida ni porqué ella se va mientras otros se quedan.