La relación entre los dos gigantes asiáticos está por los suelos
2020 empezó con más de 500 vuelos mensuales entre India y China, pero desde la covid no ha habido más
Como pasa con todo, la culpa fue de la covid. Pero ya no lo es. China e India se encaminan hacia el quinto año sin vuelos directos entre ambos países y sin pista de despegue a la vista. Una formidable anomalía, teniendo en cuenta que se trata de los dos países más populosos del mundo -segunda y quinta economía- además de vecinos. La barrera que lo impide no es el imponente Himalaya, ni el microscópico coronavirus, sino vulgares consideraciones de orden político y geopolítico.
Hasta enero de 2020, más de quinientos vuelos mensuales sobrevolaban la cordillera, con origen o destino en Delhi, Bombay, Pekín, Shanghai y Cantón. El mes anterior se había tocado techo, con 539 despegues en líneas regulares. Pero la pandemia llevó aquella cordada ascendente a un final abrupto, hace cuatro años y medio. Desde entonces, los vuelos de pasajeros entre los dos gigantes asiáticos han quedado reducidos a cero.
Hace casi un año, Indigo reanudó los vuelos a Hong Kong, como han hecho Air India, Vistara o Cathay. Pero no así a la China continental. La excolonia británica es ahora una de las escalas más recurridas -junto a Bangkok, Rangún o Katmandú- para poder volar de Delhi a Pekín o de Shanghai a Bombay. Pero si antes se tardaba seis horas, ahora se tarda doce. O diez y media en el mejor de los casos, pero siembre con un sobrecoste económico importante.
Pekín, que salió definitivamente del confinamiento a principios del año pasado, apremia desde junio a Nueva Delhi para reanudar los vuelos, como ya hicieron, muchos meses atrás, Pakistán o Bangladesh. Pero el gobierno indio da largas, insinuando una relación estrecha entre apertura y “paz y tranquilidad en la frontera”.
Una prueba de que en India todavía escuece la brutal algarada fronteriza de mediados de 2020, en una zona disputada del Himalaya -el valle de Galwan- en la que perecieron una veintena de soldados indios -varios de ellos ahogados- y al menos cuatro chinos. Una pelea tumultuosa, pero sin un solo disparo, puesto que existe el acuerdo tácito de patrullar sin armas de fuego.
Militares al margen, estos remotos páramos de alta montaña están deshabitados, entre el Ladakh ocupado por India y Aksai Chin y Tíbet, ocupados por China. Se da por descontado que esta última se ha adueñado de varios kilómetros cuadrados en la zona gris, donde ambas partes tienen percepciones distintas de por dónde pasa la “línea de control”.
Desde entonces, las represalias indias se han proyectado de forma lenta pero inexorable. TikTok no tardó mucho en ser prohibido. Y las restricciones a las inversiones chinas se incrementaron, aunque desde el mes pasado se habla de levantarlas en sectores de interés nacional. Asimismo, han aparecido nuevas exigencias para los chinos que desean un visado indio, que en muchos casos solo pueden solicitar ante los consulados de India en China. La discusión está abierta sobre qué país sale más perjudicado.
La semana pasada, el ministro de Exteriores indio, S. Jaishankar, afirmaba en Ginebra que “el 75% de los problemas de separación de ambos contingentes ha sido resuelto”. Más o menos a la misma hora, en San Petersburgo, al hilo de una reunión de los BRICS, el Asesor de Seguridad Nacional, Ajit Doval, se reunía con el ministro de Exteriores de China, Wang Yi. Doval es, en la práctica, el oráculo del primer ministro, Narendra Modi, en lo referente a Pakistán y China.
También la semana pasada, el ministro indio de Aviación Civil, Kinjarapu Ranmohan Naidu, se entrevistó con su homólogo chino Song Zhiyong en el marco de un foro Asia-Pacífico. Naidu llegó a escribir en X que las dos partes habían sopesado “reforzar aún más la cooperación en aviación civil entre ambos países, especialmente promoviendo la pronta reanudación de vuelo regulares de pasajeros”. Sin embargo, dicho tuit fue borrado al cabo de poco rato.
Las líneas aéreas que llevaron a India y China al máximo de conexiones mutuas, en 2019, son las indias IndiGo y Air India -con 168- y las chinas Shandong, China Southern, China Eastern y Air China, con 371.
Estando la relación con China, si no por los suelos, peor de lo que ha estado en muchos años, la semana pasada se le preguntó al canciller indio sobre su ejercicio tercermundista de nadar con Occidente a la vez que con Rusia y China, con las que forma en el grupo de los BRICS o en la Organización de Cooperación de Shanghai. A lo que S. Jaishankar respondió que a India le interesan estas organizaciones porque “en otras, como el G-7, las puertas están cerradas”.
China es, en cualquier caso, el primer socio comercial de India, con la balanza comercial muy decantada a favor de la primera. Aunque Apple ya ha doblado del 7% al 14% el porcentaje de iPhones que ensambla en India, lo cierto es que -como sucede en Vietnam- dicho fenómeno también sirve de estímulo a la importación de todavía más componentes fabricados en China.
El comercio va un paso por delante de la política. A pesar de sus 3.500 kilómetros de frontera común, India y China insisten en darse la espalda y atenuar su vecindad. Pero la Gran Muralla India, hecha de aire y de aires, es una entelequia. De momento frena a sus propias aerolíneas, pero es cuestión de tiempo que se la lleve el viento.
Cachemira acude a las urnas por primera vez en diez años, bajo control de Delhi
Parte del malestar de India tiene que ver con los confines del antiguo principado de Jammu y Cachemira. Precisamente este miércoles, una parte de dicho territorio acudía a las urnas por primera vez en diez años. Hace cinco, el gobierno central de Narendra Modi derogó el artículo 370 de la Constitución, piedra angular de la autonomía cachemir. Desde entonces uno de los pueblos más singulares de India -abrumadoramente musulmán- ni siquiera ha gozado de la categoría de estado, siendo gobernado desde Nueva Delhi o por administradores enviados desde la capital india, como si de un territorio de la Unión se tratara. Los habitantes de determinadas circunscripciones del valle de Cachemira y también de Jammu empezaron a votar en número apreciable este miércoles y los de otras lo harán dentro de uno o dos miércoles. No así en Ladakh -de población budista y chií-, que ha sido desgajado de la actual Jammu y Cachemira bajo dominio indio. Los resultados del escrutinio se anunciarán el 8 de octubre. Los partidos cachemires confían en un buen resultado que haga inevitable el pleno restablecimiento de la estatalidad y autonomía, pero el Partido del Pueblo Indio (BJP), en el poder en Delhi, dice que eso no sucederá en ningún caso.