Reconocer a Palestina ¿ayuda o no ayuda a la paz?
Reconocer a Palestina es un acto simbólico. Mientras no puedan ejercer su derecho a la autodeterminación y ser soberanos en un territorio propio, los palestinos no tendrán un Estado.
Aun así, más de 140 países, incluida la Santa Sede, creen que un reconocimiento simbólico del Estado de Palestina es un acto de justicia porque reivindica el derecho fundamental a la autodeterminación del pueblo palestino. Es más, estos países, a los que ahora se unen Noruega, Irlanda y España, consideran que es una gran contribución a la paz. Opinan que la mesa de negociaciones siempre ha estado demasiado inclinada a favor de Israel y que por eso han fracasado todos los esfuerzos para alcanzar una solución permanente al conflicto. Al reconocer a Palestina como Estado, la mesa se reequilibra. No es lo mismo, dicen los partidarios de esta vía, negociar de Estado a Estado que hacerlo como un territorio sometido a una ocupación militar.
La realidad sobre el terreno, en todo caso, no se cambia con un gesto diplomático por más cargado de razones que esté. Israel ocupa Cisjordania desde 1967 y no tiene intención de retirarse de Gaza. Gaza explica el reconocimiento. Sin la guerra, Noruega, Irlanda y España es muy posible que no hubieran dado el paso. El gesto, por lo tanto, es un golpe a Israel, una crítica muy clara a su estrategia militar en la franja.
Estos tres países reconocen el derecho de Israel a la autodefensa, pero deploran el impacto que ha tenido sobre la población civil en Gaza. Temen, asimismo, que esta guerra sea el golpe definitivo a una solución basada en dos estados. Al fin y al cabo, la coalición ultranacionalista que gobierna Israel se opone a la creación de un Estado palestino y trabaja para expandir los asentamientos en Cisjordania.
La solución de los dos estados
Dos estados como solución permanente es lo que defienden Estados Unidos, Japón, Corea del Sur y casi toda Europa occidental, países que no han reconocido a Palestina. Opinan que el reconocimiento solo debe darse cuando israelíes y palestinos hayan alcanzado un acuerdo para vivir en paz. Consideran que hacerlo antes entorpece el diálogo, puesto que no aporta ninguna ventaja real a los palestinos. De alguna manera, también opinan que hacerlo en este momento avala la resistencia armada de Hamas.
La OLP aceptó la solución de dos estados en 1988, aunque suponía renunciar al 78% de la Palestina histórica. La ambición de Hamas es controlar todo el territorio, es decir, eliminar a Israel y hacerlo por la fuerza. La Autoridad Palestina, sin embargo, quiere establecer un Estado junto a Israel en el 100% del 22% de la Palestina restante, es decir, en Cisjordania, Jerusalén Oriental y Gaza.
Los acuerdos de Oslo iban en esta dirección. Se negociaron en secreto en la capital noruega y se firmaron en la Casa Blanca en 1993. La razón principal de su fracaso es que no se propuso como meta final el derecho a la autodeterminación del pueblo palestino. No había ningún Estado en el horizonte, y todos los esfuerzos para crear un autogobierno palestino viable no sirvieron de nada porque Israel siempre creyó que la única manera de garantizar su seguridad era mantener tropas en los territorios ocupados.
El necesario apoyo de Estados Unidos
Entre el mar Mediterráneo y el río Jordán viven siete millones de palestinos y siete millones de judíos. Del conjunto de esta población, los cinco millones de palestinos que viven en los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza no tienen ningún derecho político, muy pocos derechos civiles y un acceso muy limitado a derechos sociales y económicos como la sanidad. No se contentan con un autogobierno. Quieren ejercer su derecho a la autodeterminación.
Noruega, con la autoridad que le confiere su largo esfuerzo mediador, sostiene que esta meta solo se puede alcanzar desde la moderación en Israel y Palestina. Reconocer al Estado palestino es, bajo su punto de vista, dar voz a los moderados, al maltrecho campo de la paz.
El gesto de la diplomacia noruega, también de la española y la irlandesa, necesita, sin embargo del empuje de Estados Unidos. Solo Estados Unidos puede reabrir la negociación entre israelíes y palestinos. La masacre del 7 de octubre ha demostrado que Israel necesita la protección de Estados Unidos más que nunca. Sin su ayuda militar no restablecerá la disuasión necesaria frente a sus enemigos, especialmente Irán.
La Casa Blanca debería aprovechar la dependencia israelí para reabrir las negociaciones con los palestinos. Sin embargo, es muy difícil que lo haga ahora, a seis meses de las elecciones presidenciales. Aunque Biden gane un segundo mandato, no será hasta el año próximo cuando la nueva administración tendrá la fuerza necesaria para emprender otro proceso de paz.
Sólo en ese momento, bajo liderazgo estadounidense, el reconocimiento simbólico del Estado palestino tendrá un efecto práctico en el largo y difícil camino hacia una solución definitiva al conflicto étnico y territorial que enfrenta a israelíes y palestinos desde hace un siglo.