Francia blinda el derecho al aborto en su Constitución
En pleno avance de las pulsiones conservadoras, Francia toma una decisión histórica y un mensaje a los gobernantes en la escena internacional que cuestionan los derechos sexuales y reproductivos
Francia hizo historia este lunes al convertirse en el primer país del mundo que otorga rango constitucional al derecho de las mujeres a abortar. En un raro momento de unidad entre los partidos, de verdadera transversalidad política, las dos cámaras del Parlamento aprobaron por abrumadora mayoría –780 votos a favor, 72 en contra y 50 abstenciones– enmendar la Constitución para blindar el derecho a interrumpir voluntariamente el embarazo.
La decisión, un hito del combate feminista y un mensaje a los gobernantes en la escena internacional que cuestionan los derechos sexuales y reproductivos, se tomó en una sesión conjunta extraordinaria de la Asamblea Nacional y el Senado, en el palacio de Versalles. Los 925 diputados y senadores –ese órgano conjunto se denomina Congreso- habían sido convocados por el presidente Emmanuel Macron, que no estuvo presente como muestra de respeto a la división de poderes.
La enmienda en la Constitución requería una mayoría de tres quintos de los parlamentarios, un umbral que sabía garantizado porque ya las dos cámaras lo alcanzaron con holgura cuando votaron el texto.
La sesión se desarrolló en un gran hemiciclo construido en 1875 en el palacio que hizo construir Luis XIV, el Rey Sol. La sala es suntuosa, con numerosas referencias monárquicas. Desde que inició su andadura la V República, en 1958, todas las revisiones constitucionales han sido adoptadas por el Congreso en Versalles. El lugar se utiliza también para los muy infrecuentes discursos del presidente a los parlamentarios.
El derecho al aborto existe en Francia desde el 17 de enero de 1975, la conocida “ley Simone Veil”, en honor de quien era ministra de Justicia, durante la presidencia de Valéry Giscard d’Estaing.
La modificación constitucional adoptada este lunes es muy breve, pero esencial, pues blinda el derecho y hace muy difícil que un Gobierno contrario al aborto pudiera decidir en el futuro declararlo ilegal. “La ley determina las condiciones en las cuales se ejerce la libertad garantizada a la mujer de recurrir a la interrupción voluntaria del embarazo”, dice el texto añadido al artículo 34 de la Constitución.
Globalizar el derecho
Quien primero tomó la palabra fue la presidenta de la Asamblea Nacional, Yaël Braun-Pivet. Ella recordó que fue la primera mujer designada para el cargo. Braun-Pivet, casada y madre de cinco hijos, se preguntó si Francia estaría contracorriente. “No, está en vanguardia -se contestó a sí misma–. Está en su sitio. Es esa su misión, lo que se espera de ella”.
El tono de la mayoría de oradores fue de orgullo por el paso que iba a darse, la satisfacción por el papel pionero de Francia, en cuya opinión pública actuó como un electrochoque la situación en Estados Unidos, donde el derecho al aborto está siendo crecientemente atacado, incluso desde el Tribunal Supremo. Francia ha querido ser un contrapunto a la tendencia restrictiva que suelen imponer los regímenes autoritarios y algunos gobiernos populistas. En cierto punto, lo ocurrido en Francia es un intento de globalizar el derecho.
El primer ministro, Gabriel Attal, que como Macron está especialmente dotado para la oratoria en las ocasiones solemnes, pronunció un discurso brillante y emotivo. Habló del derecho al aborto como “la más íntima de las libertades, la libertad por excelencia”, y rindió homenaje a Simone Veil, a la que este lunes Francia regalaba “una segunda victoria”. “Sí, Francia es hoy fiel a su historia”, subrayó el jefe de gobierno.
La diputada de La Francia Insumisa (LFI, izquierda radical) Mathilde Panot insistió en la fuerza del gesto francés en el contexto internacional. Panot dijo que el derecho a abortar “solo molesta a los reaccionarios” y que el voto en Versalles “es una promesa también para todas las mujeres en todo el mundo que luchan por el derecho a disponer de su cuerpo en Argentina, Estados Unidos, Andorra, Italia, Hungría, Polonia”.
Desde el Vaticano, la Academia Pontificia para la Vida expresó su disconformidad con la decisión tomada en Versalles. “Precisamente en la época de los derechos humanos universales no puede haber un derecho a suprimir una vida humana”, afirmó la academia en una nota que reflejaba la postura oficial e inalterada de las máximas instancias de la Iglesia católica.