El papelón de Trump

Ucrania perderá en lo que puede ser un mal final de temporada para una serie que, probablemente, tenga varios capítulos más, pero la paz mundial no se juega en Netflix

Pasa el tiempo y la situación se va asentando, pues a todo el mundo le pilló ciertamente en curva que el presidente y vicepresidente de la nación más poderosa de la tierra invitara al despacho oval al presidente de una nación en guerra, devastada tras tres años de operaciones y casi 800.000 bajas, para básicamente insultarlo y humillarlo.

En reposo el asunto puede separarse – el propio Zelenski lo está haciendo - y analizarse fríamente. Es verdad que Donald Trump prometió en campaña acabar rápidamente con la guerra entre Ucrania y Rusia alegando esencialmente asuntos de financiación, pero no entraba en ningún canon diplomático ni en el mínimo compendio de buenas prácticas de un anfitrión a su invitado, débil entre los débiles, exigirle agradecimiento frente a las cámaras de televisión y rimar con terceras guerras mundiales y otras cuestiones “de negocio” que quedan demasiado mal mientras la gente sigue muriendo en el frente.

Ni los más ideologizados acaban de entender el movimiento prorruso de Trump ni los malos modos empleados de forma premeditada, ni los efectos que cause en el futuro.

En frío va quedando claro que Trump es un hombre de Putin – respiren, cuesta asimilarlo -, algo que no se sabe cómo se digerirá en la América profunda y como se defenderá en los foros más fanáticos e ideologizados. Es evidente que Trump tiene acordada la paz con Vladimir Putin, y que esa paz es del agrado del ruso, que no duda en airear acuerdos y hacer otras ofertas conjuntas. ¿Del Make America Great Again a perrito faldero de Putin?

Zelenski intentó averiguar los alcances de ese acuerdo entre Putin y Trump, sospechó de las garantías sin siquiera conocerlas. Trump solo quería firmar un acuerdo en el que se cedieran buena parte de los recursos mineros del país para recuperar los 350.000 millones que dicen han sido entregados desde EEUU en material bélico (estadounidense). Otros expertos calculan mucho menos, pero así es la guerra también. Trump insiste en desligar la garantía de su financiación con el contenido del acuerdo de paz, lo que huele a estafa a kilómetros. El martes lanzó un nuevo ultimátum y Zelenski, viendo como Europa se pone de perfil, se empieza a avenir a un acuerdo que, por lo que parece, va a conceder anexar territorio ucraniano a Rusia, algo intolerable desde 1945 cuando se “acabaron” las guerras de conquista.

Ni los más ideologizados acaban de entender el movimiento prorruso de Trump ni los malos modos empleados de forma premeditada, ni los efectos que cause en el futuro.

Hay otra premisa corriendo que tiene demasiados matices, y viene a decir que Europa sola no podría emprender una guerra con Rusia. Técnicamente los ejércitos de Europa y sus grandes potencias – Alemania, Francia, Reino Unido, España, Italia – son superiores, aunque muchas de sus armas requieran autorización norteamericana para su uso, por lo que la afirmación, en todo caso, tiene que ver con la capacidad política de los países europeos de soportar la presión popular de ver morir a sus soldados en una guerra que otros empujaron al querer colocar el escudo antimisiles de la OTAN en las mismas barbas de Rusia.

Europa ha perdido gran parte de su peso en el mundo precisamente por su negativa a la guerra en general y a ver morir a sus soldados en particular. La diplomacia, que, entre muchas palabras bonitas o feas, amenazas o extorsiones, acaba remitiendo a las armas, ha quedado sin sustento real. La cuestión es si Estados Unidos va a recorrer ese mismo camino sucumbiendo tan rápidamente a los deseos de Putin, que no deja de ser un presidente ultranacionalista y amante de la historia que anhela reconstruir su imperio. Ucrania perderá en lo que puede ser un mal final de temporada para una serie que, probablemente, tenga varios capítulos más-

En un tiempo en el que la maldad parece ser una forma válida incluso de hacer campaña electoral, no está claro que estas estrategias a corto plazo, humillando a los débiles y “respetando” a los poderosos vaya a ser una buena idea. El bien y el mal no deberían interpretarse en función de la posibilidad de mandar más o menos gente a morir. La estabilidad mundial no es una serie de Netflix y todas las decisiones acabarán teniendo consecuencias para el conjunto.


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