Las obras de Bolivia

Es un hecho que las obras permanecen en la memoria de la gente, sobre todo si se plantan en lugares bien visibles. Eso no quiere decir que vaya a dar réditos en el futuro

Es un fenómeno común, sobre todo en esta parte del mundo. Tal vez tenga un trasfondo bíblico mal entendido – por sus obras los conoceréis – o tal vez sea solo la materialización del concepto de “mandar” = hacer obras. Tal vez sea una necesidad apremiante de que la descendencia reconozca el legado de su ancestro, o tal vez una forma de acceder más rápido al “paraíso” que por la caja chica.

La cuestión es que, de toda la vida, se ha tendido a evaluar la calidad de una gestión pública por el número de mamotretos de cemento que dejó en su espacio. Posiblemente esto ya pasaba en la cultura Tihuanacota, cuyas habilidades arquitectónicas eran notables; y probablemente la colonia lo acentuó.

Medirse por las obras era mejor que medirse por las batallas ganadas o las cabezas cortadas, y ya los griegos y los romanos empezaron a construir obras de ingeniería con notable enfoque estético y no solo sus tumbas, como los egipcios. En esa cultura latina empezó a anidar el sentido de trascendencia.

Posiblemente el MAS de Evo llegó a escalas mayúsculas porque topó con la época de mayor bonanza, pero no dejó de sorprender nunca la escasa atención dada a lo que se supone debía ser una revolución estructural de fondo

En lo que llaman la Edad Media en los catálogos históricos eurocentristas – y que hay que conocer porque al final “nos conquistaron” -, las pestes arruinaban la civilización y las guerras eran brutales, por lo que no había mucho que construir, salvo catedrales y castillos defensivos, algunos, y los legados se fueron transmitiendo en poemas y coplas, hasta que algunos avances técnicos y acuerdos tácitos volvieron a encumbrar a los reyes como poder absoluto, y entre guerra y guerra, mandaba construir cosas, a veces por necesidades civiles, otras por puro encumbramiento. No es casual que en prácticamente todas las ciudades históricas de Sudamérica haya una disposición similar de su plaza, su catedral, su cárcel y su palacio de Gobierno, aunque hayamos olvidado conscientemente a aquel monarca.

Ganada la Independencia, los primeros jerarcas se preocuparon sobre todo de hacer plata, repartirse la tierra y establecer sistemas de control interno. Después se empezó a construir para cubrir las necesidades, pero envuelto en la estética modernista, volvieron a aparecer los afanes de figuración y protagonismo. Construir “cosas”, a veces muy caras, a veces muy bonitas, era sinónimo de trascendencia y eso que no sospechaban que internet un día rompería todas las fronteras.

En Bolivia muchas “cosas” se construyeron con donaciones o recursos de la Cooperación, aunque no faltaron los avivados que las bautizaron con su nombre, tal vez en reconocimiento por las gestiones realizadas. Lo curioso es que después, cuando han empezado a ser los recursos de los bolivianos los que financian estas iniciativas – algunas muy osadas por inútiles – se han seguido manejando con suma discrecionalidad y todo el descaro del mundo a la hora de capitalizarlo políticamente.

Posiblemente el MAS de Evo Morales llegó a escalas mayúsculas porque topó con la época de mayor bonanza de la historia del país, pero no dejó de sorprender nunca la apuesta radical por el cemento y la escasa atención dada a lo que se supone debía ser una revolución estructural de fondo. De nuevo el ladrillo trascendente ganaba la partida.

El tema está realmente arraigado también en lo local, Reyes Villa considera que haber hecho obras en Cochabamba es su principal aval para ser presidente, y lo propio Rodrigo Paz, que al parecer cansado de que cuestionen su legado en Tarija sacó a relucir un listado de obras que intenta atribuir a su gestión.

No han faltado los que le han recordado que unas empezaron antes que él llegara; otras que se acabaron mucho después de que se fuera y otras que seguiremos pagando durante unos cuantos años más, además de que cambiar un foco no puede considerarse una obra.

Es un hecho que las obras permanecen en la memoria de la gente, sobre todo si se plantan en lugares bien visibles. Eso no quiere decir que vaya a dar réditos en el futuro, básicamente porque la gente ya sabe, afortunadamente, que esa obra, en realidad, la pagaron entre todos incluso sin que les preguntaran.

 


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