Todos con la Planta de Tratamiento

El alcalde ha dispuesto terrenos aptos y hay un ministro de Medio Ambiente tarijeño perfectamente conocedor del problema, por lo que estamos ante una nueva gran oportunidad

Tarija sigue sin contar con una planta de tratamiento de aguas residuales para el grueso de sus aguas negras que se generan en la ribera izquierda del Guadalquivir. El asunto es un grave problema de salud pública con muchos implicaciones comerciales y económicas de las que nunca se quiere hablar en profundidad, como si así no existieran las cosas.

La situación no es nueva, hace unos 20 años las lagunas de oxidación del barrio San Luis ya amenazaban colapso. Siempre fue una solución temporal ubicada en una zona de desagüe natural que poco a poco se fue poblando, convirtiendo el tema en un problema de salud que podía haberse evitado si no se hubieran alimentado las posibilidades de reemplazar rápido la infraestructura. Los vecinos de San Luis padecen olores, zancudos y otras exposiciones a infecciones que no se pueden minimizar ni alegar que quién llegó primero.

Hace más de una década se perdió una financiación de la cooperación holandesa para llevar adelante esta infraestructura. Eran tiempos de bonanza económica y a nadie le pareció importar demasiado. Tanto tiempo después se constata la imprudencia: Tarija sigue sin tener su planta de tratamiento y las consecuencias las padece el río.

El Gobierno, desde 2016, por lo menos, viene comprometiendo fondos para pagar la infraestructura

Durante muchos años el problema ha sido la ubicación de la infraestructura. Lo normal siempre fue mantenerla en San Luis no porque los vecinos estuvieran sensibilizados con el tema o hubiera algún tipo de derecho adquirido, sino porque las condiciones del terreno, donde llegan las aguas por gravedad, supone un considerable ahorro económico. No sería razonable “bombear aguas servidas”.

Quizá faltó voluntad o capacidad política, o quizá hubo otros intereses de por medio, pero sin duda faltó capacidad para explicar en qué consiste una planta de tratamiento y cual es su impacto real, que efectivamente no tiene nada que ver con las lagunas, ni desprende olores fétidos, ni atrae alimañas u otras plagas. Durante muchos años, en la Gobernación de Lino Condori, se mantuvo una unidad operativa para coadyuvar en esta misión que nunca jamás dio resultados.

De aquel callejón logró salir el alcalde Johnny Torres, gestionando una nueva ubicación más alejada, pero con las mismas ventajas de la gravedad, y con eso se completó la misión del Gobierno Municipal en ese proyecto que es dignificar la vida ciudadana y proteger el río Guadalquivir.

El resto es misión del Gobierno, que desde 2016, por lo menos, viene comprometiendo fondos para pagar la infraestructura, y hasta el momento apenas se han logrado unos pocos estudios de factibilidad en ocasiones contradictorios.

Hoy hay un ministro de Medio Ambiente tarijeño, Álvaro Ruíz, que es exalcalde de Uriondo, la zona más productiva del valle central y está perfectamente familiarizado con el tema y tiene voluntad política y poder suficiente para priorizar el tema, por ende, estamos ante una nueva última oportunidad en la que debe primar el interés común para unir esfuerzos en post del objetivo. Todos estamos en el mismo barco: construir la planta y salvar al río.


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