Las claves de la educación para el desarrollo de Bolivia
La educación por competencias y el uso de la tecnología son principios que están en revisión, pero nada es tan importante como reducir la cantidad de alumnos por aula
Ayer arrancó la nueva gestión escolar en todo el país, sin duda un día señalado en rojo en el calendario familiar y que también debería estarlo en el político – social: en la educación residen las grandes diferencias entre sociedades y sin duda es la gran inversión del presente y el futuro.
Desde la irrupción de internet y la popularización de su uso a través de redes sociales y todo tipo de aplicaciones, dos asuntos han tensionado las aulas y las formas de enseñar: la primera era centrar la educación en la adquisición de las competencias y no tanto en los contenidos porque “todo estaba en internet”, y la segunda era precisamente la incorporación de las pantallas a la educación, en principio se trataba de preparar a los estudiantes para el mundo actual y en eso se enfocaron los esfuerzos, pero las tendencias han empezado a revisarse a partir de la pandemia, que en buena parte impulso la universalización del uso de tecnología en las familias, si es que no estaba ya totalmente popularizado, y por otro, agotó la paciencia en los simulacros de clases virtuales estirados hasta el infinito.
El modelo basado en el aprender a hacer tiene mucho más en cuenta los procesos y el razonamiento lógico, sin embargo, esto se ha traducido en demasiadas ocasiones en escasa exigencia
Los modelos de competencias nunca se acabaron de socializar del todo ni contaron con el respaldo de una parte fundamental en la educación de los hijos: los padres, que por norma generacional siempre tienden a idealizar el pasado y que en muchas ocasiones se sienten violentados cuando sus hijos no saben recitar de memoria las preposiciones, no hacen dictados o apenas cantan las tablas de multiplicar. Ni qué hablar de los vertebrados o las raíces cuadradas. El modelo basado en el aprender a hacer tiene mucho más en cuenta los procesos, el razonamiento lógico, las capacidades para deducir y adquirir el aprendizaje por sí mismo y también la actitud al respecto, sin embargo, esto se ha traducido en demasiadas ocasiones en escasa exigencia o graves lagunas en el aprendizaje, desde la ortografía elemental al cálculo base. Culpar al maestro o al sistema suele ser fácil, pero es difícil atender a la individualidad de cada niño en aulas con más de 35 personas, cada uno con su propio ritmo y avidez de aprendizaje, y ojo, en esto pecan más los colegios privados que los públicos, donde las aulas están claramente más desahogadas.
El asunto de las pantallas en las aulas ya ha sido desterrado en muchos de los países mejor situados en el ranking de educación mundial por diferentes motivos, pero principalmente porque no aportan nada a la adquisición de habilidades motrices ni de aprendizaje hoy en día en el que cualquier niño tiene capacidad para manejarse entre videos y apps mejor que sus padres. En este caso, el cuerpo docente ha quedado retratado en su lentitud y poca disposición a adquirir nuevas técnicas. Sin generalizar, claro, pero la inmensa mayoría se ha resistido a incorporar estos elementos al aprendizaje significativo y no porque fueran vanguardia en el modelo, como se podría alegar ahora, sino por otras cuestiones.
Bolivia necesita dar pasos agigantados en la educación de sus niños y adolescentes, son la clave para recortar los años de retraso que tenemos con nuestro entorno y reducir el impacto que eso tiene en el PIB. Invertir en educación es clave, pero a veces solo hace falta estar atentos a las necesidades y ser capaces de tomar las decisiones correctas. Todos los años son importantes. Hagamos las cosas mejor, prioricemos la educación.