Migrantes, esa sangría permanente del sur global

De América del Sur hace décadas que se viene yendo gente de la más cualificada que hoy debería cumplir el rol importante de transformar y desarrollar este continente

No hay ningún estudio profundo que estime qué porcentaje del Producto Interior Bruto han perdido los países del sur global por décadas de migración hacia los países ricos. No los hay porque normalmente este tipo de cosas las hacen el Banco Mundial, el FMI, o cualquier otro organismo de esos controlado precisamente por esos países ricos que son los grandes beneficiarios de todas esas décadas de migración.

No lo sabemos en Bolivia, no lo saben en Colombia, ni en Ecuador, aunque todos somos conscientes que llevamos años perdiendo a miles de jóvenes fuertes, sanos y estudiados que movidos por la necesidad o agotados de su realidad, deciden dar un paso adelante y empezar una nueva vida en otro país al que le dedican todo su esfuerzo y pasión para sacar a su familia adelante, y por demás, el país de acogida es el gran beneficiario de este esfuerzo.

Quienes sí saben el PIB que producen, los huecos que tapan y la función que cumplen los migrantes son los países del norte, pero no acostumbran a airearlo demasiado por si acaso alguien se diera cuenta de que la migración es el nuevo expolio del siglo XXI.

Y es que no, migrar no migran los pobres ni los más necesitados, porque esos apenas tienen tiempo para pensar en su día a día, migran los que como mínimo han logrado juntar plata para pasajes y capital de arranque, con habilidades técnicas suficientes para cubrir puestos de menor cualificación, y también médicos, ingenieros, matemáticos, enfermeros… De América del Sur hace décadas que se viene yendo gente de la más cualificada que hoy debería cumplir el rol importante de transformar y desarrollar este continente y este país. Y así son las cosas.

La humanidad en sí misma es el resultado de infinidad de procesos migratorios y desde hace algo más de medio siglo, migrar es un derecho humano. Lo curioso es que ahora un ser humano también puede ser “ilegal”. Antes se podía ser súbdito o esclavo, pero no ilegal, quizá por raíz cristiana, quizá por dignidad civilizatoria.

El mecanismo semántico tiene su perversión. En general se refieren a migrantes en situación “irregular”, es decir, gente que ha llegado a un país donde hay demanda de mano de obra (es la condición elemental de la migración) pero no ha cumplido con todos los requisitos que exige ese Estado, que por otro lado es perfectamente consciente de que requiere de esa migración, por lo que establece vías para que se regularice en un plazo. Mientras tanto, efectivamente, se convierte en un trabajador sin derechos que precariza su propio empleo (instinto de supervivencia) y del que se aprovecha el sistema.

Hay más perversiones intrínsecas: Hablan de “irregulares”, pero el sujeto dominante es el “migrante”, y cuando se desata la xenofobia nadie debería creer que le van a pedir los papeles antes de juzgarle por su aspecto.

La nueva administración de Estados Unidos está haciendo exactamente lo que prometió que haría, proteger su mercado interno eliminando competencia (migrantes) a los trabajadores y gravando aranceles a lo que no se produzca en su territorio. Los países del sur global debemos taponar ya la sangría de seres humanos que cada año se van a generar riqueza a otros países del norte, y tras décadas de políticas fallidas, tal vez haya que escuchar lo que Trump quiere para Estados Unidos y aplicarlo. Ojo, lo que Trump quiere para Estados Unidos, no lo que quiere para nosotros.


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