La Asamblea Plurinacional y la cultura democrática

La falta de Justicia y el régimen presidencialista está minando la función del parlamentarismo, que es finalmente el depositario de la voluntad popular

El deterioro de la claridad democrática en nuestro país es un hecho objetivamente verificable con dos ramas elementales seriamente dañadas. La primera es la de la Justicia en general y la Justicia Constitucional en particular, convertida ya en cajón de caprichos y vulnerabilidades. La segunda es la legislativa ciertamente acogotada y muy lejos de cumplir su función constitucional. Ambas están efectivamente íntimamente relacionadas.

Esta semana nos venimos ocupando del asunto de la Justicia precisamente porque al final de la misma tendremos unas elecciones de esas que levantan pasiones, aunque generen pocos cambios. Hoy sin embargo nos ocuparemos del “problema” en la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP), que vive una parálisis impropia que no se dio ni siquiera en el fugaz y convulso año de gestión de Jeanine Áñez.

El TCP ha anulado leyes aprobadas e impide la función de fiscalización al gobierno vetando las interpelaciones

Hay un problema constitucional de base, pero que a su vez es consecuencia de un fuerte posicionamiento de ideas relacionadas a la democracia pactada. Aquello de que “el tercero acabó siendo presidente” esconde una crítica frontal al sistema parlamentario y alimenta un sistema caudillista y corrió como la pólvora entre las clases populares, pues ejemplificaba aparentemente, el problema de un sistema viciado y sin legitimidad.

Sobre esto se construyeron los dinamismos de la nueva Constitución, que nos dotó de un sistema hiper presidencial, donde el presidente apenas “lee su informe” una vez al año ante los representantes del pueblo, que además no tienen herramientas para impulsar una moción de censura o similar como en cualquier otro país del mundo, y dejó además en manos del Tribunal Constitucional toda la responsabilidad sobre la interpretación de la carta magna.

Durante dos legislaturas de mayoría absoluta, el Movimiento Al Socialismo (MAS) no ha tenido problemas para controlar todo el pulso político de la Asamblea e incluso ante la pérdida de los dos tercios, no dudó en cambiar el reglamento para seguir controlando las principales dinámicas, pero con la ruptura de la bancada el sistema se ha empantanado: La Asamblea no aprueba leyes, ni importantes ni decorativas y el Gobierno está dispuesto a aprobar un asunto central como el Presupuesto General del Estado por decreto, dejando en evidencia que el tema de la representación política es casi decorativo.

Ha habido más abusos, no solo no se puede censurar al presidente, sino que los propios ministros han encontrado un subterfugio para eliminar las interpelaciones de la mano del Tribunal Constitucional apelando a su “derecho al trabajo”, como si no fueran cargos a la voluntad política; y también el Tribunal Constitucional ha anulado sesiones del Senado y la Cámara con plena validez y quorum. A la vez, ese Tribunal Constitucional está bloqueando las leyes que le debían obligar a renovarse, estrechando así los márgenes de nuestra democracia imperfecta y en riesgo.

Es importante que los bolivianos respondamos a estos abusos con acierto. Este domingo vamos a participar de unas elecciones mutiladas pero igualmente importantes para rayar la cancha. Es importante que las amenazas a la democracia y las intenciones de caricaturizar los mecanismos de control, que solo vienen a apuntalar los regímenes más autoritarios, sean desterradas.


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