Los tiempos de la legislatura
Tras un noviembre crítico, el gobierno ha suavizado la situación paliando la escasez de gasolina, que no de diésel, y se prepara para un fin de año incierto
Han pasado los diez días que el presidente Luis Arce Catacora pidió para que se regularizara la provisión del combustible en el país y empezaran a bajar los precios de la canasta familiar. La apuesta era arriesgada incluso con los cuatro días de cadencia que pidió, pero factible, en parte porque los bloqueos se iban a levantar, que era lo que más estrangulaba algunos precios, y en parte porque se ha mejorado la descarga en los puertos chilenos, algo que en cualquier caso siempre será coyuntural y sujeto a los humores de sus sindicatos y empresarios.
La cuestión es que la situación ha mejorado relativamente: apenas hay problemas con la gasolina, pero sí se siguen registrando filas de diésel y son muchos los transportistas afectados en sus negocios, algo que sigue afectando a los precios. Por otro lado, la presión inflacionaria vuelve a sobrecalentar el planeta en este fin de año de incertidumbres geopolíticas en el que todo el mundo parece aceptar que es tiempo de proteccionismo, aunque algunos consideren que solo lo puede aplicar Estados Unidos.
Han empezado a aparecer los grandes roces sobrevenidos de la liberación de exportaciones, es decir, el incremento de precios sobre todo en la carne
Aun así, parece que el gobierno ha desinflado el enésimo momento de máxima tensión que no tiene tanto que ver con la gestión política y el pulso con Evo Morales, sino con la presión de la microeconomía y la gestión del día a día.
Quedan ocho meses para elecciones y si logra estabilizarse, puede acabar dando pelea sobre todo porque ha sido capaz de zafar de unas cuantas que parecían definitivas. Hace solo unas semanas el bloqueo de 20 días en el corazón del país trituraba los precios de los productos perecederos y los humores de una clase media que no podía mover su auto y hace solo una semana el dólar volvió a escalar a los 12 bolivianos, pero mientras tanto el TCP ha desbaratado la candidatura de Evo Morales, le ha arrebatado la sigla del MAS y ha seccionado las elecciones judiciales a conveniencia.
En este mismo tiempo, el gobierno ha tomado algunas medidas que hacen a la coyuntura y que tal vez se podrían haber planificado mejor. El ministro de Hidrocarburos anunció una ley con más incentivos para las empresas que quieran venir a explorar, pero no hubo más detalles porque rápidamente se metió en la liberalización de la importación de combustible, una medida con mucha burocracia que gestionar y un impacto incierto, pues serán las empresas y los particulares quienes le acaben de poner precio a su tiempo de espera.
En el mismo periodo han empezado a aparecer los grandes roces sobrevenidos de la liberación de exportaciones, es decir, el incremento de precios sobre todo registrado en la carne. Roces que se han lidiado de nuevo con promesas y pedidos de confianza.
El escenario está delineado, nadie prevé un desembolso extraordinario porque tampoco se prevé que avance ninguno de los proyectos del litio ni tampoco ninguno de los créditos internacionales, que en todo caso serían medidas paliativas para bicicletear la situación.
Probablemente este mes de noviembre ha quedado más claro aún que es la población la que al final manejará los tiempos, una población seguramente más madura y más responsable que hace dos décadas, que quiere trabajar en paz y vivir un poco más lejos de los avatares de la política, eso sí, una población que no se ha olvidado de lo que hay que hacer si no hay otra cosa que hacer.
El gobierno debe calcular bien sus fuerzas hasta agosto y no festejar logros antes de tiempo, en juego está el bienestar de muchas familias que desde luego, no comen política.