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El proteccionismo de Donald Trump

Aunque quedan múltiples incógnitas por despejar en el rumbo del futuro gobierno de EEUU, es evidente que primará el individualismo como consigna mundial

Con la victoria de Donald Trump ya totalmente consolidada y con varias de las incógnitas de su futuro ejecutivo ya descubiertas, el calendario pasa despacio sobre todo en esta recta final de año que tradicionalmente viene marcada por Cumbres de todo tipo, desde las de Naciones Unidas hasta las de los BRICS, pasando por los G7 y G20 y otras tantas del hemisferio oriental. Si normalmente suelen ser anodinas hasta llegar a un documento políticamente correcto que todos acaban aceptando, la ausencia del futuro presidente de Estados Unidos, menos impredecible que en 2016 sin que eso deje de ser una de las grandes características de su gobierno, hacen que todavía sean más improductivas.

El asunto de la desregularización de la economía y toda esa ola libertaria resulta menor en sus prioridades

Por lo general los análisis se van a la parte de la política internacional y su relacionamiento con el mundo, especialmente en lo que hace a los escenarios bélicos en desarrollo – Ucrania, Oriente Próximo, África meridional -. Hasta que inició con los nombramientos se daba prácticamente por hecho que Trump acentuaría aún más su natural aislacionismo, pues está convencido que nada se le ha perdido a Estados Unidos en el mundo y que la única relación interesante será aquella que garantice beneficios para el país.

En concreto, los grandes medios daban por sentado que retiraría el apoyo militar a Ucrania para que su homólogo ruso cantara victoria anexionando territorios y que permitiría que Israel volviera a someter toda la región sin contemplaciones con la expectativa de sostener a Irán como enemigo en la región, pero, sobre todo, para concentrar toda la atención en la guerra geoestratégica con China, que será comercial, será política y será militar, aunque no se llegue a la confrontación directa.

El nombramiento de Marco Rubio como secretario de Estado y de Mike Waltz como asesor de Seguridad Nacional – aunque no tanto la Pete Hegseth como secretario de Defensa – le dan cierto giro a esa noción aislacionista, siendo ambos reconocidos halcones intervencionistas y muy alineados con la OTAN, otra de las instituciones que estas semanas viene calculando en qué se traducirán las exigencias de Trump a los socios europeos de invertir mucho más en sus Fuerzas Armadas.

Lo que también parece haber alcanzado el clímax es la polarización extrema, sobre todo en redes sociales. Para reponer a Trump en la presidencia se han desplegado múltiples estrategias sujetas al concepto de libertad y, sobre todo, del supremacismo, aunque con diferentes intensidades por regiones. Así, el asunto de la desregularización de la economía y toda esa ola libertaria resulta menor en sus prioridades, que pasan por recoger gasto militar en países ajenos y proteger la economía nacional con impuestos y tasas significativas.

El futuro gobierno de Donald Trump es evidentemente una incógnita que tendrá consecuencias económicas para todo el planeta y también democráticas, y que sobre todo tratará de desmontar los paradigmas de la globalización y la solidaridad organizada. Toca tomar nota: nadie vendrá a solucionar los problemas que nosotros mismos no podamos solucionar.


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