Primarias sin resolver
La suspensión de las primarias no resuelve el problema de fondo, que es la inutilidad de las mismas si no se convierten en consulta abierta a toda la ciudadanía
La Asamblea Plurinacional de Bolivia, esta vez sin demasiado ruido, aceptó el acuerdo multipartidario con el Tribunal Supremo Electoral y dio carpetazo definitivo a las elecciones primarias, uno de los requisitos obligatorios de la Ley de Partidos aprobada in extremis en 2018 con la única voluntad de crear un subterfugio para habilitar a Evo Morales como candidato a la cita de 2019 luego de que el Tribunal Constitucional Plurinacional hubiera creado otro artificio: el argumento del derecho humano a la reelección que, en su criterio, no podía negar siquiera un referéndum popular.
Es curioso porque la de 2025 sería la tercera vez en que se debería aplicar esa normativa, pero en realidad solo se usó aquella primera, pues en 2020 también se eliminó el requisito por falta de tiempo, algo que no debería servir de excusa en esta ocasión.
Sin financiación partidaria por parte del Estado, los partidos quedan a merced del dueño de la sigla que suele ser un empresario o bien un político profesional
Los diputados y senadores han tenido tiempo de sobra para enfrentar el problema de forma integral, pero para variar, han preferido simplemente salvar la papeleta del momento puntual y dejar el problema vigente para el futuro.
La democratización de los partidos políticos es una demanda que se impulsa desde los grandes organismos multilaterales como las Naciones Unidas aduciendo que es el espacio formal para que la ciudadanía exprese y canalice sus pulsiones. De una u otra forma, los partidos son el sistema en sí mismo y ejemplos hay muchos en muchos países, donde los acuerdos nacionales – como la forma del Estado o las monarquías, por ejemplo, se sostiene por encima de las ideologías gobernantes -, sin embargo, en Bolivia hace tiempo que fueron aniquilados por el mismo Instrumento Político de la Soberanía Popular que requirió precisamente de muchos auspicios para consolidarse.
Sin financiación partidaria por parte del Estado, los partidos quedan a merced del dueño de la sigla que suele ser un empresario o bien un político profesional que se sirve de la institución que gobierna.
Obligar a entidades privadas a hacer primarias y además pagarlas con recursos de todos los bolivianos es un contrasentido, y por eso a principios de esta legislatura ya se empezó a plantear la necesidad de hacer una primaria abierta, es decir, con concurrencia de todos los ciudadanos y no reducir el asunto a una reunión de compadres, pero lo cierto es que no se ha hecho así.
La experiencia en Argentina no ha sido mala, aunque en el propio país plantean eliminarla porque en realidad hace las funciones de una primera vuelta no oficial luego de que los partidos, por lo general, lleguen a la cita también con el binomio ganador definido mientras que el resto de aspirantes se juegan más su cuota de participación en las listas.
En Bolivia la instauración de las primarias le serviría a la oposición a resolver su problema central de indefinición creando al menos dos alianzas formales en base a sus principios – la alternativa socialdemócrata y la liberal – para al menos unir fuerzas ahí… pero ni eso.
También este año le servía al MAS para resolver sus diferencias sin hacerse más sangre, algo que puede acabar lastrándole a la hora de la verdad el año que viene. Pero tampoco.
Los políticos bolivianos deberían empezar a esforzarse en dar soluciones y no generar más problemas. Pero mucho menos.