Comadres, la tradición de la amistad

La tradición es una herencia invaluable que nos toca conservar, promocionar y celebrar con alegría y gran responsabilidad

Hoy es Jueves de Comadres una tradición de gran valor para Tarija y también para el país, pues cada año se ha ido extendiendo por más lugares logrando instalarse ya en el calendario carnavalero nacional que va camino a la semana completa. El concepto central es la amistad y su condimento la alegría. Hoy, cientos de mujeres y toda Tarija se disponen a celebrar la fecha.

Muchos turistas han llegado a ser parte de esta muestra cultural. Las estimaciones más optimistas hablan de más de 20.000 visitantes en estas fechas las que arriban a Tarija para celebrar y compartir.

La cifra no parece exorbitada para lo que se siente en las calles, en la Terminal y en el aeropuerto, que siempre queda pequeño para estas fechas, y es que realmente la tierra chapaca se ha consolidado como un destino turístico para estas fechas. Esto sin duda es un gran motivo de orgullo y un tesoro que debemos cuidar como tarijeños.

Lo último es consecuencia de costumbres únicas que tienen historias irrepetibles de mucha solidaridad y empuje. La historia del Jueves de Comadres es una muestra de ello.

De acuerdo al escritor tarijeño René Aguilera Fierro hubo un tiempo en el que la costumbre de Comadres decayó y fue el trabajo de varias personas, el que logró rescatarla. Fierro afirma que fue en 1980 cuando resurgió la costumbre de compadres y comadres con mucho interés. Así la tradición se volcó a los barrios y a las calles con gran colorido, alegría y simplicidad.

Las comadres pioneras cuentan que la primera reunión para salvar la costumbre se realizó en el barrio El Molino, donde un grupo de amigas decidieron recuperar la herencia cultural que estaba quedando en el baúl de la historia y que tenía un elemento central: la amistad.

Durante los primeros festejos se invitó a participar a todas las mujeres de El Molino, también a aquellas que por diferentes circunstancias habían ido a vivir a otros lugares. Lo primero en recuperarse fue el intercambio de tortas. También hubo festejos en locales cerrados donde por costumbre se empezó a invitar a un solo hombre, sin importar si era rico o pobre, sino que básicamente compartía amistad y respeto.

Tiempo más tarde se pensó en el uniforme, el primero fue un pañuelo, luego el atuendo se acordaba previamente. Se trataba de mandiles, chalecos y playeras de color rojo o azul; que casi siempre eran donadas por los compadres designados.

El intercambio de torta era una condición infaltable. A esto se sumó la gran entrada que años antes se realizaba en la plaza Luis de Fuentes y que por su gran participación hoy se realiza en la avenida Integración.

Todos estos detalles dieron vida a lo que hoy celebramos como Jueves de Comadres y que van más allá de ser una fiesta alrededor del alcohol, que no lo es, y que no tiene nada que ver con algunas fiestas de “desenfreno sexual” aunque sí ha ido ganando un aspecto reivindicativo relacionado con la sororidad, la conciencia de género femenino, complemento del elemento central que es siempre el festejar la amistad.

La tradición es una herencia invaluable que nos toca conservar, promocionar y celebrar con alegría y gran responsabilidad. Aquella responsabilidad que nos atañe por habernos consolidado entre los primeros destinos turísticos del país en esta fecha.

El Carnaval entra en sus días grandes. Vivámoslo honrando las fechas, pero siempre, siempre, con moderación cívica. ¡Salud comadre!


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