Sumarse al Censo

El censo no debe ser propiedad de nadie y para ello, es urgente que se cumpla con las expectativas y que lo voluntarios alcancen para ser censistas

El Censo de Población y Vivienda que se realizará en marzo es sin duda el proyecto de nación más importante que nos traemos entre manos como bolivianos en estos momentos salvo, en todo caso, por lo que urge la renovación de los altos mandatarios del poder judicial.

Lo primero está más avanzado que lo segundo, y aún así, hay dudas sobre su viabilidad: a estas alturas siguen faltando censistas y algunos elementos metodológicos esenciales que como siempre traerán zozobra y dudas a la ejecución práctica del levantamiento de datos.

Si estos asuntos quedan en el aire, lo que se pone en riesgo es la propia legitimidad del Censo, algo con lo que ya se experimentó en 2012 y que acaba haciendo daño a todos los niveles, pues afecta a la credibilidad del Estado como sujeto de planificación y acción más allá de las consideraciones políticas.

Se trata de comprobar a detalle si aquello de que “el gas se hizo gas” es más o menos cierto,

Por lo general, evidenciando una de nuestras carencias más lacerantes, el censo se interpreta como una competición de qué región es más poblada, como si el crecimiento demográfico fuera una competición. Después se suele utilizar políticamente para decir lo mucho y bien que se ha gestionado en tal o cual región, algo por lo que compiten gobierno central, alcaldes y gobernadores, fundamentalmente, y que tiende a sembrar sesgos: todos quieren adueñarse de los buenos resultados si es que la población registra mayor acceso a servicios básicos, tienen mejor cubiertas sus necesidades e incluso el acceso a pequeños avances, pero por lo general se desentienden de aquellos puntos donde se muestran las miserias y la pobreza.

En Tarija se pone en juego un poco más que en el resto. Se trata de comprobar a detalle si aquello de que “el gas se hizo gas” es más o menos cierto, y en eso dictarán sentencia la capacidad mostrada por las familias para incorporar a sus rutinas mejores condiciones de vida y de habitabilidad. Si los tarijeños han conseguido convertir las boyantes regalías del pasado en mejor acceso a la luz, al agua y al gas, casas con más dormitorios y camas y mejores condiciones de salud, y lo ha hecho en mayor proporción que otras regiones, se podrá dar crédito a la autonomía como forma de gestión. Si por el contrario los avances no son significativos, el centralismo volverá a reclamar su protagonismo, y aquellos que justifican la dependencia tendrán mayor valor.

Hay también clave interna: Gran parte de los recursos de la autonomía se han distribuido en las regiones, lejos de la capital, y ahí será donde se dicte sentencia. Si las condiciones de vida en Padcaya, Entre Ríos o Villa Montes han mejorado sustancialmente, la política de distribución tendrá también su justificación, de lo contrario, olvídense de los subgobernadores electos.

En cualquier caso, lo que urge es precisamente que el censo se lleve a cabo sin sobresaltos y al margen de la polarización omnipresente. El censo no debe ser propiedad de nadie y para ello, es urgente que se cumpla con las expectativas, que lo voluntarios alcancen para ser censistas y que no se torpedee el proceso que, de alguna manera, nos debe dar más certezas de lo que realmente somos como país.


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