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Mejor educación para Bolivia

Sin iniciar una caza de brujas, es necesario que el estamento educativo se comprometa en mejores sus estándares y lo cumpla

A menos de 20 días para que inicien las clases en todo el país, conviene hacer una reflexión sobre el estado de la educación en el país, que sin duda no atraviesa su mejor momento alejada de cualquier sistema de certificación internacional y asediada por las nuevas formas de paternidad proteccionista y la ausencia de la cultura del esfuerzo de forma bidireccional.

El año pasado con motivo del día del docente a nivel mundial, las reflexiones giraron sobre el papel de estos servidores públicos claves en el desarrollo del país y la sociedad. Naciones Unidas estimaba que faltan alrededor de 60 millones de docentes en todo el mundo, principalmente de educación secundaria, y claro, sobre todo, en los países en vías de desarrollo.

Bolivia no es una excepción, aunque casi ninguno de los involucrados está dispuesto a reconocer que el sector hace aguas. Los docentes jamás reconocerán que se han acomodado con los mejores salarios y que no están dando la talla en la actualización y adecuación a los nuevos sistemas de educación; las familias jamás reconocerán que están renunciando a transmitir a sus hijos los valores básicos e imprescindibles de esfuerzo, dedicación y sana competencia para aprovechar la vida escolar, mientras que las autoridades solo se refieren a la educación en función de las licitaciones pendientes o la cantidad de recursos que se destinan a obras de cemento, como si fuera determinante.

Bolivia perdió demasiado en pandemia. Fue el país que más tiempo ha tenido las escuelas cerradas y con peor alternativa virtual, pues tampoco conviene engañarse en estas cosas principales. Esto se acabará pagando en los próximos años, pues una generación entera está promocionando sin haber adquirido en dos años los conceptos más elementales para su edad, un prejuicio que se añade a lo que provocará en el nivel social y afectivo las sucesivas cuarentenas y, sobre todo, los miedos irracionales inoculados en la infancia.

Podemos seguir sin reaccionar, creyendo que todo volvió a la normalidad, incluso ahora cuando hay instituciones que todavía siguen abusando de las clases virtuales, incluso en niveles universitarios – cuando en todo caso son precarias adaptaciones al entorno digital de las clases magistrales de toda la vida -. Podemos también abrir una especie de caza de brujas buscando culpables sobre quién hizo qué – efectivamente, cancelar el año escolar 2020 fue un despropósito – y cómo se desentendieron padres, profesores, alumnos y responsables políticos, pero lo cierto es que lo que más nos conviene es poner todos los esfuerzos en recuperar el tiempo perdido.

Bolivia necesita un Pacto por la Educación que involucre a todos los sectores que se deben beneficiar del proceso y que haga incontestable cualquier tipo de injerencia política. Un Pacto que dé a luz una nueva Ley de Educación que mantenga lo mejor de la Avelino Siñani, pero que mejore sustancialmente los aspectos más abandonados. Es urgente una Ley que priorice el futuro sobre el pasado y nos permita dar pasos acelerados, porque sí, de lo que se trata es de recuperar el tiempo perdido.

Los poderes públicos no pueden mirar para otro lado. Es necesario enfrentar un problema que generó la pandemia y la incapacidad.


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