Las trampas del Prosol

Los cambios en la forma de gestionar el programa, concebido como individual y transformado a comunal, no ha impedido los grandes escándalos

Los problemas del programa solidario comunal (Prosol), históricamente anclado en el concepto de bono y muchas veces utilizado subrepticiamente para generar una suerte de confrontación entre campo y ciudad en Tarija, tienen que ver precisamente en su falta de socialización pública y la manida costumbre de no cerrar nunca las discusiones de una vez por todas, pero también por su consideración dadivosa tanto para quienes lo reciben como para quienes lo entregan.

El asunto viene de lejos. Ni bien empezaron a llegar regalías crecientes al departamento la Federación Campesina, entonces puntal del MAS y acaudillada por Luis Alfaro buscó una demanda para ser parte de su distribución. En el pulso tomó forma la idea del Prosol que, intermediada por Mario Cossío y su equipo liberal de aquellos tiempos lo concibió como un apoyo directo a cada campesino, un bono único que el campesino debía invertir en sus necesidades productivas, Hubo quien compró semillas, hubo quien compró pequeñas herramientas, hubo quién contrató algún trabajo y claro, siempre hubo quien malgasto su dinero porque, al fin y al cabo, tampoco alcanzaban para tanto los 2.500 bolivianos iniciales.

Con la llegada del MAS de Lino Condori se cambiaron los reglamentos y se antepuso lo comunal: los recursos ya no iban a parar al campesino individual, sino que era la comunidad la que diseñaba los proyectos “para todos” y se sumaban todos los bonos para hacer un monto más grande que permitiera inversiones mayores. Los resultados fueron atajados, tractores e incluso alguna represa útil, pero también centros comunales dedicados a la celebración de festejos y una variada lista de escándalos que van desde la compra de micros de segunda mano a saneamientos irregulares de tierras, muchas veces con su mordida correspondiente.

La idea era que se pudieran abordar proyectos más grandes, pero como no todos se beneficiaban de lo mismo, al final cada comunidad llegó a presentar tres o cuatro o cinco proyectos distintos con sus propios problemas de gestión y justificación y toda una burocracia para su formulación y puesta en marcha para un dinero que seguía sin alcanzar.

Pese a los cambios en la forma de gestión, en el imaginario colectivo sigue posicionado el del campesino promedio farreándose la plata cobrada, algo que es objetivamente falso pero que nadie en el otro lado ha desmentido con la suficiente vehemencia, y sobre todo, porque los resultados apenas se sienten: los mercados siguen llenos de producción importada y cada vez que las condiciones meteorológicas se vuelven adversas, los precios suben.

El sector primario es clave en la estrategia tarijeña de salir de la dependencia del gas, pero efectivamente es necesaria una mayor planificación en el agro y sobre todo, en la política hidrológica, una inversión decisiva que haga del Prosol una mera anécdota.

Hoy no hay recursos para invertir lo que se necesita, pero sí deben hacerse esfuerzos en coordinar un horizonte común que involucre también a los profesionales del sector, que son a la vez los beneficiarios del bono.

El Prosol, en tanto demanda sindical, es lo único que une de verdad a la base campesina de todo el departamento. Ojalá exista la sabiduría para convertir la confrontación en una oportunidad de consenso que imagine un futuro mejor para todos.

Destacado.- El sector primario es clave en la estrategia tarijeña de salir de la dependencia del gas, pero necesita mayor planificación en el agro y sobre todo, en la política hidrológica


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