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La ola iliberal y la izquierda del MAS

La izquierda ya no sabe explicar la necesidad de organizar la solidaridad para que alcance a todos a una generación que encuentra respuestas en YouTube

La apabullante victoria de Javier Milei en la Argentina es uno de los grandes éxitos a sumar en este fenómeno que lleva varios años recorriendo el mundo en general y el continente en particular y que aunque son fenómenos muy ligados a los contextos nacionales tienen también características comunes que permiten su estudio.

La victoria de Milei se alinea con lo que fue la victoria de Bolsonaro en 2018, la de Meloni en Italia, el auge ultra en la Europa del Este y fenómenos como el de José Antonio Kast en Chile, el de Rodolfo Hernández en Colombia, el de VOX en España o el propio Nayib Bukele en El Salvador y que se inspiran por sobre todas las cosas en el auge de Donald Trump. En todos los casos se presentan como la propuesta de salvación sobre políticas económicas fracasadas que describen como comunistas en la mayoría de los casos, entre ellos, como mínimo, hay lazos de amistad o admiración, y cada uno pone los acentos donde considera: unos en la parte más espiritual, otros en la parte más técnica, otros en la parte más identitaria, unos se presentan como ovejas y otros como lobos o leones, pero el objetivo es fundamentalmente el mismo: tomar el poder para cambiar un presente decadente que amenaza con la aniquilación total, ergo, es el relato de una epopeya de manual.

La nueva ola cuestiona los principios de la democracia liberal basada en la igualdad en el voto y la separación de poderes, que nunca fue tanto como en los escritos que la defienden.

El uso de la receta liberal no es un invento moderno, pero esta generación de “luchadores por la libertad” la acomoda con maestría a su contexto y al momento cultural globalizado en el que se vive. Es el individualismo de época combinado con la rebeldía intrínseca de la juventud, es el paradigma cultural de la autosuficiencia combinado con la realidad percibida a través de las redes sociales y es, por supuesto, el fracaso de una izquierda que ya no sabe explicar la necesidad de organizar la solidaridad para que alcance a todos a una generación que encuentra respuestas en YouTube.

La globalización está en internet, las comunidades se debilitan, las cosas se compran en Asia y aparecen en la puerta de casa sin que nadie se pregunte el cómo mientras los paladines de la nueva ola adelantan líneas y rompen tabúes. ¿Qué me importa si el vecino perdió su trabajo? Es curioso que de todos ellos los más proteccionistas sean los de los países ricos, empezando por Trump y siguiendo por Meloni mientras los iluminados en los países pobres donde la justicia social es un espejismo son los más aguerridos defensores del libre mercado y del combate al Estado.

La política es un juego de formas, y lo que se está jugando es precisamente con los pilares de la democracia liberal. Casi todos los señalados cuestionan parte de los principios de esa democracia liberal basada en la igualdad en el voto y la separación de poderes, que nunca fue tanto como en los escritos que la defienden.

Esto, por cierto, no es novedad en Bolivia, este país nuestro tan acostumbrado a ser pionero en las praxis políticas y donde la separación de poderes ha sido siempre una quimera. Curiosamente el MAS se sostiene sobre una apariencia de izquierdas sin haber apuntalado nunca ni los servicios públicos ni la igualdad de oportunidades.

Conviene tomar nota de lo que sucede, porque el futuro inmediato en Bolivia va a ser intenso.


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