El niño y la violencia

El Día Mundial del Niño es una oportunidad para crear conciencia en las escuelas y en la sociedad en general que todos los niños y niñas estén protegidos, seguros, con salud y educación

Este 20 de noviembre se conmemora el Día Universal del Niño, que es uno de esos días que bien por miopía o bien por interés político en Bolivia se celebra separadamente en otra fecha, lo que le resta fuerza en lo que respecta a la campaña mundial que suele acompañar estas fechas impulsadas desde Naciones Unidas para denunciar y destapar situaciones concretas que hacen reflexionar a las sociedades y sus políticos para tomar medidas. En Bolivia normalmente se “celebra” el Día del Niño, mientras que en el plano universal se “reivindica”. Todo por supuesto entre comillas.

En términos universales, el Día del Niño es un día importante para la infancia por muchas razones y que trata de forjar un futuro mejor para todos los niños y niñas del mundo.

La proclamación del Día del Niño en 1954, coincide con el Aniversario de la Declaración Universal de Derechos del Niño, que se decretó unos años después, en 1959. Además, se conmemora la aprobación de la Convención de los Derechos del Niño el día 20 de noviembre del año 1989, el más universal de los tratados internacionales, aunque probablemente también el más incumplido.

El Día Mundial del Niño es una oportunidad para crear conciencia en las escuelas y en la sociedad en general que todos los niños y niñas estén protegidos, seguros, con salud y educación, independientemente del lugar de su nacimiento o procedencia, cada año se dedica a un tema en particular, y en este 2023, muy marcado por los conflictos bélicos, Unicef, que es la agencia especializada, plantea trabajar sobre “el mural de los Derechos” poniendo especial acento en la protección y prevención de la violencia contra la infancia y adolescencia.

En Bolivia el asunto es especialmente grave. Las denuncias por violencia contra la infancia no paran de crecer y no hay consuelo en aquello de que “cada vez se denuncia más”, porque no es verdad ni oculta ningún drama, sino que simplemente da alguna excusa a quienes den velar porque esos índices se reduzcan.

Violencia no es solo el grado final de los infanticidios, cuyos indicadores en Bolivia por cierto no paran de crecer, con especial atención a los de violencia vicaria, que es la que usa a los niños para dañar a la expareja.

Tampoco es solo el maltrato físico, que también crece en medio de la deriva deshumanizadora del mundo occidental por mucho que las campañas publicitarias hablen de otras cosas, ni tampoco el maltrato psicológico, que es de “nuevo cuño”, si se quiere, aunque siempre haya existido y deje unos trastornos gravísimos en los menores. Tampoco es solo que seamos uno de los pocos países del mundo donde el trabajo infantil no solo está tolerado, sino reglamentado.

Bolivia en general es un país de supervivientes, donde los niños más que desarrollarse, se adaptan y donde todo cuesta demasiado. Debemos ser capaces de empezar a pensar la vida desde el bienestar de los más vulnerables, donde sus derechos se puedan ejercer sin miedos y sin excusas.

No se trata de celebrar, sino de actuar. Por los niños.


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