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Todos Santos y la familia

En un clima de incertidumbre política, económica y sanitaria, la familia se vuelve a erigir como el verdadero sistema de protección social, y las tradiciones como la de Todos Santos, la apuntalan

Ni la pandemia ni la crisis económica ni mucho menos la incertidumbre política o social pudo aplacar la fuerza de una de las tradiciones más arraigadas y más dignas de la cultura boliviana como es Todos Santos. Un ejemplo sincrético de los ecosistemas andinos y católicos que recorre el continente, en el que comulga el amor y respeto por los seres queridos fallecidos: nadie muere del todo mientras es recordado.

Frente a un Halloween cultural que viene implantándose impulsado por la necesidad del comercio y la imposición de la televisión y para lo que apenas queda la resignación ante un festejo carente de referentes, nos queda reivindicar que en la misma medida se haga a todos los miembros de las familias partícipes de las tradiciones propias.

A estas alturas parece imposible frenar la incursión de la fiesta muy pagana y muy comercial de Halloween, pero eso no impide que los más jóvenes conozcan y disfruten de las tradiciones matrices de nuestra cultura e idiosincrasia.

Las tradiciones de Todos Santos se construyen sobre las formas de superar las pérdidas y el dolor, en recordar con cariño y servicio lo mejor de los difuntos y haciendo fuerza en la unidad familiar, la base para superar la incertidumbre. Sin duda un festejo cargado de valores que colisiona frontalmente contra ese otro que consiste en disfrazar a niños pequeños de monstruos para disfrute de sus padres.

En estos tiempos de crisis económica y turbulencias políticas, la familia vuelve a evidenciar su fortaleza ante la incertidumbre. La familia constituye en el país la primera y casi única red de protección social, de estimulo intelectual y capacidad de desarrollo, pero no es por casualidad, sino precisamente por la centralidad que ocupa en una escala de valores, aun en muchas ocasiones desbordado.

La tradición de Todos Santos en esta parte del mundo combina costumbres ancestrales de respeto a los muertos y convivencia con su recuerdo, con la tradición católica de la fe en la vida eterna. El resultado es una serie de ritos eclécticos, con sus dosis necesarias de realismo mágico, que logran poner en comunión ambos acervos culturales, pero todo tiene la centralidad del amor a la familia.

Los expertos en sociología, que tiene en la experimentación cultural uno de sus ámbitos de pruebas más importantes, advierten que no es suficiente con que los adultos repitamos la tradición mecánicamente, ni tampoco con que impongamos la participación de nadie. Es necesario que hagamos partícipes a las nuevas generaciones, tanto si han tenido una pérdida cercana como si no, porque entenderán mejor el ritual y los valores que lo envuelven a través de la experimentación directa.

A estas alturas parece imposible frenar la incursión de la fiesta muy pagana y muy comercial de Halloween, pero eso no impide que los más jóvenes conozcan y disfruten de las tradiciones matrices de nuestra cultura e idiosincrasia.

 


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