La prensa y la democracia

La información es un Bien Público que el Estado, entendido como todos sus ciudadanos y no como el gobierno de turno, debe cuidar y proteger

Cada día que en el país cierra un medio de comunicación, muere un poquito de democracia, sobre todo cuando son los grandes o los de mayor recorrido, sin importar su línea editorial, ni sus prioridades, ni nuestra lejanía física, ni las derivas, ni las diferencias de enfoque.

El último – Los Tiempos de Cochabamba - no ha cerrado, solo ha cancelado su edición de papel, pero su diagnóstico del momento viene a avalar las tesis que en El País también defendemos: La información es un Bien Público que el Estado, entendido como todos sus ciudadanos y no como el gobierno de turno, debe cuidar y proteger, y esto implica, garantizar su respiración de la forma que sea posible, como se garantiza el del Ejército, el de la Procuraduría o el de la Defensoría del Pueblo.

No es un planteamiento novedoso ni exclusivo, de hecho, en Argentina y en otros países ya se han promovido acuerdos de alcance nacional, estable y duradero que garantizan el reparto de la pauta oficial del Estado, que tiene la obligación de informar a sus ciudadanos, en base a criterios objetivos de alcances y relevancia y que permiten a los medios de comunicación privados o cooperativos planificar a largo plazo sin depender del gobierno de turno.

No se trata de hacer propaganda ni de mendigar publicidades sino de garantizar la estabilidad de los periodistas para hacer su trabajo de acuerdo al código deontológico, a la Constitución Política del Estado y a la disciplina profesional para que los ciudadanos estén informados a través de unos medios que cumplen su misión de informar y de controlar al poder debiéndose exclusivamente a los ciudadanos de su país: ni al gobierno de turno, ni a oscuros empresarios, ni a intereses transnacionales.

A estas alturas hablar de la incidencia de las redes sociales y de internet en el desarrollo de la profesión es una excusa sin credibilidad, pero si conviene hacer distinciones y poner el foco donde corresponde. La inmensa mayoría de los medios digitales que se han creado en este país en los últimos 20 años han muerto tan rápido como se ha acabado la campaña para la que fueron creados o se han esfumado las ganas de los voluntariosos periodistas que confiaban en que llegaría algún soporte publicitario por su buen desempeño. Le puede sonar ventajista, pero los “viejos” diarios de papel hace muchísimo tiempo que ingresamos al mundo digital sosteniendo además una edición y un espacio físico donde usted, cuando quiera, puede venir a reclamar, exigir, proponer o simplemente, saludar, porque no somos medios deshumanizados dentro del mundo globalizado que replica noticias de Shakira o de cuerpos desmembrados en Gaza para aumentar su rating, sino parte de una comunidad.

En El País, y hablamos por todos nuestros iguales en todos los departamentos, hemos hecho todos los esfuerzos por acomodarnos a las coyunturas postpandemia y a la realidad de este mercado que cambia a pasos acelerados y donde, básicamente, nadie quiere pagar un solo boliviano por la información, como si esta fuera gratis o no importara quién, cómo, cuándo, dónde, por qué y para qué se produce.

Rendirnos no está en nuestros planes y por eso apelamos una vez más a usted, amable lector al que le agradecemos que nos tenga hoy en sus manos o en sus pantallas, que nos lea, nos comparta y nos comente y quizá, hasta que nos haya comprado una suscripción.

Preservar la democracia y levantar la voz de Tarija también está en sus manos. Gracias por seguir creyendo en ello.


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