Argentina y la defensa del país

En noviembre se enfrentarán de nuevo dos visiones, la cargada de ira y de incertidumbre de Milei, pero que garantiza un cambio total, y la del orgullo por el país construido entre peronistas y radicales que está más en riesgo que nunca pero que vale la pena salvar

Argentina ha hablado alto y claro, es lo que tiene esa costumbre de la democracia liberal de preguntarle su opinión a todo el mundo y no solo a los que saben “votar bien”. El 30% de la población ha apoyado el plan disruptivo de Javier Milei y La Libertad Avanza, el de acabar con el peso y el Banco Central, el de destruir el Estado y someterse a las leyes del mercado. El resto no. Y el resto son el 70%.

A pesar de la campaña desatada en los medios de comunicación, en las redes sociales y la euforia de la recta final de la campaña argentina en la que su equipo más cercano hablaba sin tapujos de una victoria arrolladora en primera vuelta, La Libertad Avanza no ha avanzado apenas nada desde las PASO, cuando sumó el mismo 30% de los votos.

No deja de ser curioso que el ganador de esta primera vuelta sea el ministro de Economía de un gobierno que acumula el 160% de inflación y deja un 40% de los argentinos hundidos en la pobreza.

Seguramente los expertos – los mismos que patearon oxígeno con los sondeos -, nos explicarán en los próximos días cuánto de ese 30% es voto ideológico del libertarismo, del que conoce las propuestas y entiende los alcances; cuánto es voto realmente indignado, harto de todo, que lo quiere es realmente pasar la motosierra; cuánto es voto de la derecha tradicional que acabó sumándose a lo que parecía la opción ganadora y cuánto, al fin y al cabo, ha votado a Milei por la pura moda sin analizar una sola de sus propuestas.

No deja de ser curioso que el ganador de esta primera vuelta sea el ministro de Economía de un gobierno que acumula el 160% de inflación y deja un 40% de los argentinos hundidos en la pobreza. Desde fuera se ve muy mal, sin embargo, parece que Massa ha sabido convencer de que él llegó cuando nadie quería ponerse al frente y que ha logrado parar un golpe que se preveía mucho peor. El propio Milei contribuyó a generar esa expectativa de enorme cataclismo que, a la fecha, no ha sucedido.

Nada está decidido todavía, aunque la cancha se haya inclinado del lado de Massa, a quien se le endosan – como si eso se pudiera hacer – el voto de la izquierda y del peronismo rural, 3 y 7 por ciento, de forma casi automática.

La llave en esta instancia la van a tener los votantes del centro derecha tradicional, que ahora se llama Juntos por el Cambio y que no deja de ser la alianza de los Radicales de Alfonsín y el PRO de Macri, y que se quedaron a votar a Patricia Bullrich pese a que todas las encuestas la daban por desahuciada. Demasiados votos para creer que todos son familia de los diputados que se jugaban el cargo.

Si no pasa nada raro, pues el mismo domingo se rumoreaba una posible declinación de Milei ante la decepción del resultado, en noviembre se enfrentarán de nuevo estas dos visiones, la cargada de ira y de incertidumbre de Milei, pero que garantiza un cambio total, y la de una suerte de orgullo por el país construido entre peronistas y radicales que está más en riesgo que nunca pero que vale la pena salvar y que representa Sergio Massa, al fin y al cabo un peronista “centrista” en las antípodas de lo que al menos discursivamente planteaba Cristina Fernández de Kirchner no hace tanto tiempo.

Sin duda, viene un periodo apasionante que se seguirá con mucha atención desde Tarija y Bolivia. Las consecuencias serán para todos.


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