La ONU, el cambio climático y el consumo de los poderosos

Naciones Unidas ha hecho de la lucha contra el cambio climático su razón de ser ante la incapacidad de mediar en otros conflictos, pero el planteamiento también beneficia a los poderosos

Mañana se celebran dos días internacionales en el calendario de Naciones Unidas, por un lado, el Día Internacional contra el Cambio Climático, y por otro, el propio día de las Naciones Unidas.

En un mundo donde las casualidades no existen, es evidente que la coincidencia de ambas fechas le da oxígeno a un sistema aparentemente multilateral, pero anclado en su Consejo de Seguridad producto de los equilibrios de post guerra del siglo pasado, cuya misión va quedando reducida a este aspecto medioambiental, pues hace tiempo que desistió de tener protagonismo en la misión del mantenimiento de la paz.

Estos días se vuelve a evidenciar que la equidistancia no existe y que la mayoría de los países OTAN entre los cinco países con capacidad de veto (EEUU, Inglaterra, Francia, China y Rusia) convierten a la entidad en un organismo de parte con mecanismos obsoletos, donde lo efectivo es simplemente mirar hacia otro lado.

Hace año y medio, cuando Rusia violó el derecho internacional al invadir Ucrania, por mucha justificación histórica y plazos que le hubiera dado a la OTAN para cumplir los acuerdos que derribaron el muro de Berlín a la URSS en los 90 que busque Putin, las condenas fueron inmediatas y con ese paraguas, se establecieron múltiples sanciones en todos los ámbitos; ahora que es Israel quien anuncia que cometerá crímenes de guerra para castigar a toda una población por los aberrantes crímenes de Hamás, básicamente no pasa nada.

Esto mismo ya lo vimos en guerras del pasado, como en Irak o Afganistán, y de hecho, siempre coincide que los ejecutores son quienes no se han adherido a la convención de la Justicia Penal Internacional de La Haya.

No se detendrá el calentamiento global si el consumo no se racionaliza, al contrario, las “mejoras tecnológicas” acabarán por acelerar el proceso

La cuestión es que sin la moral suficiente para intervenir en los asuntos de la paz, Naciones Unidas ha convertido el asunto del clima en su razón de ser, y en esas no escatima la celebración de infinidad de cumbres para poner metas y objetivos de futuro ni discursos rimbombantes describiendo el apocalipsis inminente, pero obviamente peca en sus vías de ejecución.

A estas alturas ya no se discute la evidencia científica del calentamiento global y sus consecuencias, pero el plan pensado para detenerlo siempre se centra en la reducción de emisiones que sí o sí seguirán creciendo y pone el foco en las transformaciones tecnológicas, lo que supone desafíos insalvables para países en vías de desarrollo como Bolivia, y sin embargo, nunca hace referencias a la imperiosa necesidad de detener el consumo brutal e irracional en los países del norte, responsables de la práctica totalidad del deterioro histórico del planeta – tema del que está prohibido hablar -  y que siguen siéndolo hoy.

Tal vez el momento de la verdad se acerca y los líderes del mundo deberán tomar decisiones. El futuro no pasa porque Bolivia plante un millón de árboles o dos, o porque las centrales termoeléctricas en Senegal sean de ciclo combinado o no. Seguramente pasa porque en Alemania no haya cuatro autos en familias de tres personas, por muy eléctricos que sean, ni que en Francia tengan conectados a internet 27 artilugios cada noche en cada hogar o que en Estados Unidos se larguen a la basura cientos de miles de toneladas de comida semanal por muy orgánica y saludable que esta sea.

No se detendrá el calentamiento global si el consumo no se racionaliza, al contrario, el modelo actual solo nos lleva a un elevado endeudamiento para adquirir tecnología verde sin mayor garantía de confiabilidad en su propósito que la fe.

No es negacionismo, es sentido común.


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