Malos tiempos para la paz
El mundo entero se rearma y se desarrollan tecnologías de aplicaciones aún inexplorables mientras en paralelo la salud del planeta se deteriora
El 21 de septiembre, día en el que arranca la primavera, en Bolivia es el día de la amistad, del estudiante, del médico y de otros cuantos rubros más, pero a nivel mundial es el Día Internacional por la Paz, el valor universal por excelencia que inspiró la creación de las Naciones Unidas y que sin embargo, parece estar de nuevo peligrosamente amenazado.
En el año 1981 la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) promulgó el 21 de septiembre como el Día Internacional de la Paz, una fecha dedicada a conmemorar los ideales de paz de cada pueblo y cada nación, con especial énfasis en el desarrollo social y económico en diversas facetas: pobreza, hambre, salud, educación, cambio climático, igualdad de género, agua, saneamiento, electricidad, medioambiente y justicia social.
La celebración de esta efeméride se sustenta en el artículo 3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos "Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona", sentando las bases para la libertad, la justicia y la paz en el mundo.
Ni el G20 ni los BRICS han tenido problemas para dejar los asuntos bélicos a un lado y avanzar en el resto.
Posteriormente, en el año 2001 la Asamblea General decidió designar este día internacional como Jornada de No Violencia y Alto al Fuego, con lo que parecía quedar claro que se refiere específicamente a una jornada de reflexión sobre los conflictos bélicos, aunque las circunstancias han hecho que continuamente se desvíe el contenido, sobre todo en función de quién patrocine el conflicto armado del momento.
La crisis del momento se centra en Ucrania, donde, aunque los bandos en el frente parecen estar estabilizados y las escaramuzas tienen ya más que ver con proteger posiciones en lugar de avanzar, ni una parte ni la otra tienen intención de avanzar hacia la paz, sino más bien todo lo contrario.
Filósofos y analistas vienen advirtiendo desde hace años la descomposición de ciertos valores y efectivamente, un cambio de orden mundial basado en intereses, y no en principios. El mundo multipolar que se viene describiendo tiene que ver más con las relaciones inmediatas y las supervivencias nacionales que con compartir ideas universales. Una de ellas es la paz.
En esta semana donde la atención se ha vuelto a centrar en las Naciones Unidas por su Asamblea de Alto Nivel y demás actividades conexas, queda claro que ese es el único foro donde se pontifica sobre valores, pero la falta de coherencia posterior con las acciones es lo que probablemente está arrinconando a esa entidad multilateral donde lo que se antepone son los intereses geopolíticos. Ni el G20 ni los BRICS han tenido problemas para dejar los asuntos bélicos a un lado y avanzar en el resto.
Convertir una guerra en un conflicto crónico tampoco es nuevo, aunque sí en el corazón de Europa. Se trata de que nadie se considere vencedor ni vencido, aunque en esas, ambas partes aceptan el juego de apariencias en el que otros ganan.
No corren buenos tiempos para la paz. El mundo entero se rearma y se desarrollan tecnologías de aplicaciones aún inexplorables mientras en paralelo la salud del planeta se deteriora. En un sálvese quien pueda, los pobres siempre tendremos las de perder. Ojalá no sea tarde para la diplomacia. En concreto, la diplomacia para la paz.