El paso de Biden

Las muestras de desgaste de un presidente octogenario y las dudas de su partido de respaldarlo en la reelección mantienen al mundo en guardia

Los amantes de las conspiraciones disfrutan estos días elucubrando sobre cuál es el verdadero plan detrás de Joe Biden, el presidente de los Estados Unidos y sobre el papel, el hombre más poderoso del planeta.

Biden es esencialmente un político profesional. Un burócrata de la política de Washington alistado en este caso al partido Demócrata y que en su momento llego a ser el vicepresidente de Barack Obama, lo que se consideró el mayor hito de su carrera. Era el contrapeso perfecto para el choque “revolucionario” que suponía llevar de candidato a un buen orador de raza negra que proponía la gratuidad de la salud.

Biden, blanco nuclear, familia numerosa, siempre bien peinado, conocedor de todos los bajos fondos de la Casa Blanca y el Congreso de los Estados Unidos, llevaba la calma a los grandes lobbys, y fueron esas condiciones las que lo colocaron solo cuatro años después de dejar el cargo en la carrera por la presidencia de Estados Unidos: nadie quería enfrentar a Donald Trump y Biden era un político amortizado en el final de sus días que no perdía nada con una derrota.

La cuestión es que en una de las campañas más truculentas de la historia del país del norte, con toda clase de artificios, trampas, guerras sucias y demás, Biden se impuso a Trump en 2020 gracias a su controvertido sistema electoral y la carga de la pandemia. Después vino todo aquello del asalto al Capitolio y otras acciones de Donald Trump bastante insólitas, aunque al final consolidó la Presidencia un hombre por el que se había apostado para ser un buen perdedor mientras se decantaba finalmente lo que tenía que ser el partido republicano en manos de Donald Trump.

Tal vez por lo inesperado del triunfo, la gestión de Joe Biden está resultando algo más que improvisada, además de sustancialmente bélica. Biden fue el que aceleró los tratos con Ucrania y las promesas de ingreso a la OTAN que acabó dando la justificación a Rusia para iniciar aquella invasión que ya se ha convertido en una guerra crónica. Para más inri, esta intervención se ha convertido en una suerte de piedra de toque para medir las relaciones con China consolidando una guerra fría en toda regla sobre la que el resto de países empieza a tomar posiciones. Así, Biden, incapaz de pelear su liderazgo, está contribuyendo a crear un mundo todavía más peligroso mientras que en la política interna, más allá de alguna declaración proclive a los derechos laborales como su campaña de los últimos días, nada parece haberse movido respecto a las lógicas impuestas por Trump, particularmente en migración y salud, y además el propio Trump no solo no ha sido “aniquilado” políticamente, sino que es el gran favorito para las elecciones de 2024, o eso dicen las encuestas y sus medios.

Lo más peligroso son las muestras de desgaste que ha dado Biden en sus casi tres años de gestión, algo que ha sido utilizado por el trumpismo para exigir su incapacidad, pero que también reconocen en el partido Demócrata, que buscan la forma de evitar que busque la reelección pese a que el derecho le asiste. Biden ha cumplido 80 años, Trump 78, más de los que tenía Biden al ser elegido.

Conspiraciones aparte, el mundo entero depende de la salud y la estabilidad de estos dos señores. Hay tiempo para que la sociedad norteamericana haga una reflexión al respecto.


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