La Verde

El fútbol hace tiempo que dejó de ser un juego en el que se medían unos cuantos muchachos que tampoco sabían explicarse cómo se habían convertido en los mejores

Sufrir con la Verde parecería un deporte nacional más. Se podría decir que en realidad el deporte más seguido en el país no es el fútbol, sino renegar con el fútbol. Es este el asunto central que sigue a cada partido de la selección nacional de fútbol y donde algunos más parecen desear el fracaso más que el éxito, porque tirarle piedras al equipo de todos parece como tirarlas contra el país mismo.

Muchas de las cosas leídas en este arranque de las Eliminatorias futbolísticas rumbo al Mundial 2026 son cuando menos injustas aún a pesar del nivel de fango y putrefacción en el que se mueve nuestra liga nacional. Una derrota más o menos abultada contra el todopoderoso Brasil con su pléyade de estrellas es perfectamente esperable. Que te gane el campeón del Mundo de hace apenas 10 meses en La Paz también lo es, sobre todo si de una vez se quitan ese miedo a la altura que suele ser el fantasma que acompaña a cualquier equipo argentino en su llegada a Bolivia. Es verdad que faltó algo de actitud en el Hernando Siles, pero poco se le puede pedir al director técnico, que hizo lo que pudo con los mimbres que tiene y no se les puede mucho más en esta fecha concreta del torneo.

El fútbol ya no es una cuestión de inspiración ni de capacidades innatas, sino que es la suma de esfuerzo físico, disciplina y rigor táctico

El fútbol hace tiempo que dejó de ser un juego en el que se medían las habilidades de unos cuantos muchachos que tampoco sabían explicarse muy bien cómo se habían convertido en los mejores jugadores del mundo, de su país o de su escuela. El fútbol ya no es una cuestión de inspiración ni de capacidades innatas, sino que es la suma de esfuerzo físico, disciplina y rigor táctico y si a eso se le suma un poco de calidad técnica o de duende pues tanto mejor, pero no es imprescindible para este fútbol moderno en el que compiten verdaderos atletas y se entrena cada gesto técnico hasta la saciedad para convertirlo en mecánico sin espacio para la improvisación.

En ese nuevo fútbol, nuestra liga es seguramente de las peores del mundo porque nunca nos hemos caracterizado ni por el rigor táctico ni el físico, y visto lo visto con los amaños recientes, demasiados factores han boicoteado la propia aspiración competitiva de unos jóvenes que ya no parecen jugar por el amor fútbol, sino a la plata.

Hacer demasiadas metáforas sobre la deriva de nuestro fútbol y utilizar el fracaso del combinado nacional para augurar futuros negros del propio país no parecer ser muy honesto, sobre todo teniendo en cuenta los rivales del momento, lo que no excluye que el país necesite una reflexión profunda y alejada de la coyuntura sobre algunos de los valores perdidos, y no solo en el deporte.

Por alguna extraña razón, la indulgencia se ha convertido en moneda corriente, cada vez se exige menos en la infancia, todo se cubre, todo se protege y todo se justifica, lo que desde luego no está favoreciendo ni el esfuerzo ni la competencia, y esto sirve lo mismo para el deporte que para la educación: tan ligeros llegan futbolistas a la Liga como estudiantes a la universidad.

Por el momento podemos quedarnos cruzados de brazos esperando a que aparezca algún Garibay del fútbol que nos lleve al Mundial; podemos también empezar a criticar lo que tenemos, tirar al DT, acusar a la Federación – que tiene una responsabilidad altísima en la precariedad del fútbol patrio -; o podemos también empezar a pensar en un plan serio y exigente que cree mejores futbolistas desde la base - que no los pongan a competir para ganar unos pesos en entradas antes de entender siquiera el juego sería una buena primera medida -, que trabaje la mentalidad y el físico y que abra opciones en ligas más competitivas. Lo mismo sirve para nuestros estudiantes.

Falta mucho por hacer, falta mucha Eliminatoria. Ahorremos en enojos y pongamos más esfuerzos en cultivar el futuro.


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