San Roque y la identidad
San Roque y su cadencia, su historia y su legado, pasa por ser un aspecto esencial de nuestra cultura ecláctica que también la Unesco considera que hay proteger
Este martes llega a su fin la Fiesta Grande de Tarija con el Encierro de San Roque, un rito que ya es Patrimonio Intangible de la Humanidad según la Unesco y que, sin duda, más allá de la propia religiosidad, es un acto que nos hace mejor como ciudad en tanto son miles de personas que en el transcurso de estas semanas han cumplido y renovado sus promesas, que vienen a ser esos pequeños gestos que nos humanizan.
Uno de los riesgos que advierten los más devotas de la imagen de San Roque con el nuevo boato que ha tomado la fiesta ya desde que se iniciaron los trámites para su reconocimiento universal por parte de las Naciones Unidas es precisamente que lo folklórico acabe por imponerse a lo puramente religioso o espiritual, pues tampoco debemos olvidar que la tradición sanroqueña es tan ecléctica como todas las demás en esta Bolivia nuestra pluricultural, pero sobre todo, sincrética.
Casi todos los elementos de la fiesta actual han ido apareciendo de una u otra forma con su propia historia ejemplo de sincretismo
Conservar las tradiciones siempre ha tenido mucho de político, incluso más que de identitario. Las más nutridas y referenciadas investigaciones al respecto de la Fiesta Grande – entre ellas las que se presentaron ante la Unesco – cuentan como los ritos principales han ido cambiando sustancialmente, pues se reconoce que la tradición llegó con la Colonia, pero que rápidamente se arraigó en los barrios altos populares – no de los españoles – probablemente porque la población indígena supo gestionar la transmutación de significados para seguir celebrando sus propios cultos bajo las directrices del concilio limeño, que había ordenado apropiarse o destruir todos los ritos paganos. Así nació el sincretismo.
Casi todos los elementos de la fiesta actual han ido apareciendo de una u otra forma con su propia historia. Los chunchos, dicen los investigadores, festejaban en realidad la Virgen de Guadalupe en esos mismos días y luego se quedaron con San Roque, cuya imagen llegó en 1844, pues es lo que motiva a oficializar los ritos de un festejo que sin imagen parecía huérfano. La musicalidad. El incendio de la Iglesia que casi acaba con la fiesta pero que en realidad le permitió sortear una primera ola de conservadurismo. El padre Attard y el fin de las chicherías… Sus algodones. Su plaza Campero. Y también la promesa con todas sus características de la tradición católica, de la creencia en el milagro, pero también en el esfuerzo y en el sacrificio para aceptar las cosas como son, incluida la intercesión divina.
Tarija vibra hoy con sus chunchos, al ritmo de sus plumas y con el sonido de fondo de las cañas y las quenillas. Hoy es un día especial en el calendario de una ciudad en la que se debaten muchas cosas, pero que no tiene dudas sobre las posibilidades de entenderse desde la diversidad y desde la identidad.
San Roque y su cadencia, su historia y su legado, pasa por ser un aspecto esencial de nuestra cultura que también la Unesco considera que hay proteger y no hay mejor manera para ello que acudir a sus actos, entenderlos, vivirlos y transmitirlos.