Cerrar filas por la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales

Aunque el proyecto lleva casi dos décadas de retraso y por primera vez se han ordenado los documentos para hacerlo posible, no faltan quienes esperan que el proyecto fracase… otra vez

En pleno 2023 algunos intentan que la planta de tratamiento de aguas residuales de Tarija siga siendo un objeto de debate y de confrontación política. Nunca debió serlo y mucho menos, ahora.

La ausencia de una infraestructura de esas características no es un juego ni una broma, sino una situación de insalubridad extrema que ha puesto en riesgo a muchas familias en el barrio donde desde el siglo pasado se ubicaron las lagunas de oxidación, que nunca dejaron de ser un enorme parche maloliente. El barrio San Luis no puede más y no hay por qué culparlos de su rechazo a albergar la futura planta de tratamiento por muchas explicaciones técnicas que se puedan dar al respecto de sus condiciones.

El asunto de la ubicación, además, no está en discusión: la alcaldía ha hecho la tarea de forma acelerada y acertada, encontrando un terreno adecuado por sus características físicas y dando soluciones legales a la propiedad y disponibilidad del terreno antes siquiera de que se convierta en un conflicto de vecindad, porque en realidad en la zona no hay vecinos, y porque además, la nueva planta no desprenderá olores, pues nada tiene que ver con el arcaico sistema de las lagunas de San Luis.

En cualquier caso, sus delegados y subordinados han hecho nuevas promesas y se han comprometido con un tema que merece soluciones y no más polémicas.

El proyecto lleva casi dos décadas en la cartera sin que ningún alcalde, gobernador o presidente lo haya resuelto. En los primeros embates se perdieron hasta 12 millones de euros de la cooperación que pretendían apoyar este proyecto fundamental. Después el gobierno Municipal logró involucrar a la entonces millonaria Gobernación y durante la gestión de Lino Condori se dieron docenas de vueltas para acabar sin concretar un apoyo específico del gobierno nacional – que ha pagado la mayor parte en todas las obras similares del país – pese a la sintonía política. Rodrigo Paz prefirió confundir hablando de otras plantas de menor dimensión que enfrentar este asunto que, además, había sido comprometido por Evo Morales en la campaña del referéndum de 2016, y que no se materializó en nada.

Los estudios volvieron a foja cero y el único compromiso arrancado todavía al presidente Luis Arce es el de “hacer las gestiones para buscar el financiamiento”, lo que señaló durante la sesión de Honor por la efeméride departamental. En cualquier caso, sus delegados y subordinados han hecho nuevas promesas y se han comprometido con un tema que merece soluciones y no más polémicas.

Es verdad que hay gente que no quiere que el proyecto salga adelante porque hace sus cálculos políticos, porque darle el crédito al actual alcalde es a la vez compararlo con sus antecesores y porque apuntalar la idea de que solo un gobierno local del MAS en sintonía con el nacional será capaz de solucionar los problemas es una estrategia. Juega también el factor económico: no hay plata, y juega, de alguna forma, esa capacidad para autodestruirnos entre celos, recelos y zancadillas.

Toca sin embargo juntar filas por la planta de tratamiento, contribuir desde donde se esté para que el proyecto salga adelante por encima de todas las condiciones negativas. Tarija merece ser una ciudad libre de malos olores. Depurar el agua que además se utiliza con fines agrícolas no debería ser nada extraordinario, sino más bien, todo lo contrario.


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