Bermejo, ñeq’e infinito

Bermejo creció tostándose al sol abrasador entre zancudos y jucumaris, convencida de su potencialidad y demasiado concentrada en sobrevivir como para perder el tiempo que no tenía en reclamos

No es fácil describir lo que a la bolivianidad hace una ciudad como Bermejo, porque seguramente en esa descripción se haya la esencia misma de esta Patria tan dispar y dura como pasional y rica.

Bermejo cuenta 101 años de historia, aunque bien podrían ser más o menos, porque al final Bermejo siempre estuvo ahí, como tierra libre abrazada a un río al que se llama frontera, repleta de riquezas en sus entrañas y gente valiente.

Bermejo oficialmente nació con el petróleo, aunque antes habían corrido los militares por allí. Al ingreso del núcleo urbano sigue bombeando unos 50 barriles de petróleo diarios el pozo Bermejo X2, que es el pozo descubridor del oro negro en todo el país. Aquel hallazgo de un pozo casi superficial marcó el inicio del asentamiento en este rincón del país. Primero llegaron petroleros, perforadores, ingenieros y camineros. Después vinieron todos los que creían que prestándole servicios mejores a esos petroleros e harían ricos. Luego vinieron las familias, los niños y con ellos, los servicios públicos, aunque hasta el día de hoy en demasiadas ocasiones se muestran precarias al máximo.

Bermejo creció así, tostándose al sol abrasador entre zancudos y jucumaris, convencida de su potencialidad y demasiado concentrada en sobrevivir como para perder el tiempo que no tenía en reclamos.

Bermejo nunca fue la niña de los ojos de nadie que le regalara nada, de ningún jerarca, de ningún presidente. Todo le costó siempre mucho. Acaso Víctor Paz Estenssoro le puso algo de cariño imaginando que un ingenio azucarero podía transformar en dulces las tardes ardientes sin prever después que aquella fábrica se convertiría en pesadilla con su capitalización.

Entre la crisis del gas y la crisis de la zafra, Bermejo se enganchó a su frontera de ida y de vuelta con uñas y dientes, y sigue enganchada, aplicando su propia ley de la selva para mantener los equilibrios que nadie puede contar, pero ahí está, a la vista de todos, a bofeteada por cada tumbo del peso argentino, esperando que nadie se rinda y el territorio no acabe en llamas por las peleas de bandas que buscan el control del narco o del contrabando.

Bermejo es un territorio tan olvidado como admirado. Alguien podría decir que se construyó antes esa carretera desde Tarija que hacia el Chaco, pero de poco sirve contando que llegó recién en el siglo XX y que en apenas 20 años después ya está requiriendo una intervención a fondo que nadie quiere ver y que con seguridad, llegará tarde.

No hay duda que la mejor forma de mantener esa frontera al margen de las luchas del narcotráfico pasa por darle oportunidades lucrativas de verdad a los vecinos. Ahí está su potencialidad cítrica, su reverdecida potencialidad gasífera, su río y su verde, y sobre todo, su gente.

Posiblemente se ha perdido demasiado tiempo en pequeñas luchas, en mezquindades políticas y en caminos torcidos. Bermejo está listo para saltar a un nuevo nivel, ojalá todos los niveles de gobierno involucrados en esto sean capaces de coordinarse y responder a esas expectativas.

Mientras tanto, desde este diario celebramos la existencia y felicitamos la vida de Bermejo y los bermejeños, sin duda un ejemplo único en el país.


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