Tarija y la inversión esquilmada del MMyA

La inversión del Ministerio de Medio Ambiente en Tarija roza el ridículo en términos porcentuales respecto al resto de departamentos

El escándalo que estalló en el seno del Ministerio de Medio Ambiente y que se ha llevado por delante al ministro Juan Santos Cruz, miembro destacado de la Federación de Campesinos y, a la luz de los acontecimientos, un caradura de primera categoría, ha dejado también al descubierto el extraño proceder de ese Ministerio en concreto, especialmente para con Tarija.

La falta de criterios objetivos para invertir en uno u otro departamento, para priorizar uno u otro proyecto, es demasiado sangrante en este país. No es algo exclusivo de este gobierno en sus 16 años, pues la discrecionalidad y el servilismo siempre fue una característica, pero se ha acrecentado en la medida en que lo recursos se han disparado en la última década y media.

Solo la memoria de actividades de la Empresa Ejecutora de Agua (Emagua) de 2022 da cuenta de esta situación. Tarija contó con un presupuesto inicial de poco más de 50.000 bolivianos, imperceptible a nivel porcentual, y se elevó a 15 millones en su reformulación de los que se ejecutaron 8 en proyectos vinculados al Proyecto Guadalquivir. Apenas un 3 por ciento del conjunto del país.

Los proyectos ejecutados por el Ministerio o sus Viceministerios de manera directa son similares: alguna colaboración con Cosaalt, alguna represa en el Chaco y poco más. Eso sí, reuniones de coordinación y promesas en gran cantidad.

A esto se suma la sospecha del gobernador Oscar Montes, que ha encargado peritar al detalle un buen montón de obras que tienen todas las papeletas de que son duplicadas, es decir, proyectos con diferente denominación y formulación pero que acaban regando la misma porción de tierra, o lo que es lo mismo, proyectos fantasmas colados en el Sicoes.

A falta de que la Contraloría aclare este término, conviene ampliar la reflexión y ponerse manos a la obra. El agua es el problema del presente y lo será más aún en el futuro. Naciones Unidas considera a Bolivia como uno de los países más vulnerables al cambio climático precisamente en ese aspecto y, por el momento, no hay una política global que enfrente el problema, sino docenas de microproyectos rara vez conectados que apenas satisfacen las necesidades de una u otra comunidad sin pensar en el conjunto del país o siquiera del departamento.

Es simplemente vergonzoso que Tarija lleve 20 años mendigando una planta de tratamiento de aguas residuales mientras el Ministerio ha construido con fondos propios infraestructuras similares por todo el país. Conviene por ello no perder demasiado tiempo en el reclamo.

Es tiempo de actualizar algunos documentos del pasado y que pueden ser perfectos gérmenes de un Plan Hidrológico Departamental que cubra las necesidades de provisión potable, de limpieza de aguas residuales y de agua de riego para impulsar el desarrollo productivo y humano del departamento.

No se trata del color del gobernador o de a qué lado vote cada uno. Este departamento necesita inversión en agua y los números son demasiado grotescos como para defenderlos. Es tiempo de que en Tarija se superen los pulsos y se planteen proyectos cerrados y comunes, acordados con el nivel productivo y principal beneficiario, para que los esfuerzos vayan en la misma dirección.


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