Tarija y el centro de la uva

No hay emprendimiento en crecimiento que se sostenga si no cuida su base, la social y la productiva, o se dedique a mirar a otro lado

¿Es o no es una buena idea apostar por el vino como norte de desarrollo para el departamento de Tarija? ¿Será coherente y sano apostar por una bebida alcohólica para ordenar las inversiones? ¿Será apropiado que, además, la parte final de esa cadena quede en manos absolutamente privadas que se benefician de todos los esfuerzos de las entidades públicas?

Tarija se debe una buena conversación a este respecto que, sin duda, aclare las muchas dudas que se ciernen sobre un sector mimado por todos y que no acostumbra a corresponder de la misma manera. Ni los productores, ni los hosteleros, ni los operadores turísticos, ni gestores culturales ni casi nadie se siente reconocido por la cúspide del sector que es la que al fin y al cabo atesora los beneficios de la cadena.

Las inversiones en riego, a costa del erario público, han multiplicado la producción, pero los mercados son pequeños

La alcaldía de Tarija ha elegido su “Vino para quedarse” como marca de ciudad, como si nos hicieran falta muchos más borrachos a falta de los que ya tenemos. Todos los ciudadanos contemplan desde casi cualquier parte de la ciudad una enorme copa de vino sobre nuestras cabezas que hace omnipresente el poder de los bodegueros en general. Una invitación permanente al consumo. Cámaras de frío, gestiones promocionales en todo lo ancho del país, la vendimia como reclamo turístico, la Ruta del Vino más espontánea que patrocinada, y además, carreteras, caminos, puentes y todo lo demás.

Los productores tienen miedo. Las inversiones en riego, a costa del erario público, han multiplicado la producción, pero los mercados son pequeños. La mayoría no tiene más remedio que acabar vendiendo al precio fijado por las grandes bodegas. Muchos han entregado en 2023 sin siquiera haber cobrado 2022.

El día que alguien planteó la construcción de una bodega pública que produjera en cantidad cundió el pánico, pero al final se acabaron “ordenando” las situaciones “sacrificando” algunas piezas. La bodega pública es un recuerdo vago que todos quieren desterrar. Cosas que pasan.

Datos no tan actualizados, porque todas guardan celosamente sus cuentas, hablan de un movimiento económico superior a los 100 millones de dólares. No se trata de hacer cuentas en lo que entra en impuestos, que es poco, pero si los productores se sienten explotados y los problemas sociales asociados al alcoholismo suben, alguien tendrá que hacer cuentas sobre la rentabilidad de un sector que concentra gran parte de la inversión pública a fondo perdido.

No es demasiado tarde. Las bodegas todavía pueden adoptar un compromiso más concreto con la tierra que les ha hecho grandes y famosas. No hay emprendimiento en crecimiento que se sostenga si no cuida su base, la social y la productiva.

Tarija tiene potencialidades para desarrollarse en torno a una industria vinculada al placer y a la cultura, donde se circunscribe el vino, pero difícilmente lo hará si los principales beneficiados miran para otro lado. El centro de todo esto siempre será Tarija.


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