Las alternativas al dólar

Las condiciones están dadas para un acuerdo político que dé oxígeno a los países del subcontinente: Una moneda común que permita hacer intercambios regionales en divisas propias

La falta de dólares es común y el pulso entre bloques es tendencia. Los pobres tienen la de perder. La Unasur puede ser la respuesta, pero puede haber otras respuestas.

Aunque en Bolivia es habitual leer las noticias sin perspectiva internacional, el problema de la falta de dólares no es un asunto que tenga que ver exclusivamente con Bolivia ni mucho menos. Todo lo contrario. La inflación ya estaba desbocándose con la salida de la pandemia no solo por los recursos extraordinarios inyectados por los Estados (en forma de deuda pública) para sostener el consumo sino porque los canales de distribución se habían adulterado con motivo de la diversidad de medidas y restricciones asumidas por los Estados, que en este caso no tuvieron respuestas conjuntas.

La inflación se acabó de disparar con la invasión de Rusia a Ucrania, dos países graneros mundiales y con mucha influencia también en lo agroquímico, pero sobre todo funcionó la especulación. Los Bancos Centrales aplicaron la ortodoxia financiera tras una década de dinero barato: subir los tipos de interés para retirar dólares del mercado. Sálvese quien pueda. Aplica a los Estados.

Los que la pagan, efectivamente, son los países pobres por aquello de que las agencias de calificación, que son británicas o estadounidenses, y dicen lo obvio: que los dueños del dinero son los que van a seguir teniendo los dólares que queden: El Banco Central boliviano, por ejemplo, acaba de reconocer que tiene el 99% de sus recursos en oro en bancos del extranjero, donde de seguro le sacan un mayor rendimiento.

La ortodoxia conduce a los países pobres al abismo más o menos aceleradamente. Lo que le sigue es mucho más lento, claro: es la política. Las iniciativas están sobre la mesa: acabar con el patrón dólar no es una idea reciente, pero sí es la idea que en estos momentos parece convertirse en el balón de oxígeno que la economía mundial necesita. Los acuerdos del siglo XX están en cuestión. La unilateralidad se está terminando.

Para Bolivia la mejor salida seguramente pasa por la propuesta Latinoamericana, y en este caso, es el foro de la Unasur – desahuciado hace solo unos meses - el que parece se está convirtiendo en el más propicio para alcanzar un acuerdo político que dé oxígeno a los países del subcontinente: Una moneda común que permita hacer intercambios regionales en divisas propias que reemplacen al dólar. El sueño de la UE replicado por todos los otros bloques del planeta, pero además, sin la subordinación política.

El primero en plantear el asunto en borrador, pero madurado, fue Lula da Silva. Los nuevos equilibrios de la política continental parecen respaldar este plan. Al menos, nunca ha sido tan accesible alcanzar un acuerdo de alto impacto en el manejo soberano de las finanzas sudamericanas. Ahora, el tiempo corre y las necesidades no esperan. Si los tiempos de la política y la burocracia no se aceleran, las consecuencias sociales las acabarán pagando los de siempre. Los de abajo. Toca ponerse en marcha.


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