Tarija y las cosas que apestan

Le toca al gobierno municipal agudizar el ingenio para, una vez ubicadas las dos infraestructuras juntas, que parece ser lo razonable, se logren crear sinergias que conviertan el foco en un punto de desarrollo

En Tarija hay dos asuntos que huelen muy mal y que se han constituido en problemas no solo sociales sino de salud pública. Uno es el botadero de Pampa Galana entre los barrios Artesanal y Nuevo Amanecer, el otro son las lagunas de oxidación en el barrio de San Luis.

En ambos casos se sabe lo que hay que hacer: Una planta de tratamiento de residuos sólidos para sustituir el botadero y una planta de tratamiento de aguas residuales en el caso de las lagunas. Ambos llevan mucho más tiempo del que permitía su vida útil en los barrios donde aterrizaron cuando eran apenas cárcavas y descampados, pero si la gente se fue instalando por sus alrededores, no fue por ciencia infusa, sino porque alguien empezó a autorizar esos asentamientos, aunque fuera por omisión de deberes, y después, porque todos prometieron que se iban de allí alimentando además la especulación.

El alcalde Johnny Torres está en disposición de dar una solución a dos problemas reales y recurrentes de la ciudad de los que otros han escapado, y hay que hacerlo

Ninguno de los alcaldes se lo tomó demasiado en serio nunca ni uno ni otro asunto, seguramente por cálculo, seguramente por lo pesado de la tarea, tal vez por lo sucio. A nadie le da votos esconder la basura o depurar el agua, y por ende, quién lo haría cuando se puede construir un tremendo puente en medio de otros dos perfectamente útiles pensando que la gente se acordará de su nombre al pasar o una tremenda copa de vino en lo alto de todo.

Hasta ahora. El alcalde Johnny Torres asumió compromisos con plazos concretos con los vecinos que de momento ya se han ido modificando, lo cual le puede generar un problema de credibilidad en el mediano plazo, pero todo quedaría subsanado si consigue vencer el primer obstáculo: encontrarles la ubicación correcta, pues todo lo demás viene por añadidura.

Ubicar estas dos infraestructuras básicas que cualquier ciudad debería tener resueltas antes de considerarse como tal es ahora el punto clave en una ciudad que ha crecido desordenadamente y hacia todas las direcciones y donde además las sensibilidades son mayores: Aunque se explique mil veces que las nuevas infraestructuras son inoloras y no generarán trastornos vecinales, la gente, simplemente, no lo cree y lo rechaza.

La política va de encontrar en la necesidad virtud y en la dificultad, oportunidades, así que le tocará al gobierno municipal agudizar el ingenio para, una vez ubicadas las dos infraestructuras juntas, que parece ser lo razonable, se logren crear sinergias que conviertan el foco en un punto de desarrollo, tal vez industrial, tal vez logístico, tal vez social, y tratar de utilizar esa ubicación para vertebrar la ciudad hacia un destino más definido que el actual, donde todo parece valer para asentarse y crecer.

Después quedará la tarea de recuperar y rehabilitar las infraestructuras abandonadas, que efectivamente tendrán que tener garantías de higiene, y que deben convertirse en espacios de utilidad para la ciudad y para la gente de los barrios del sur, ciertamente abandonados sin parques ni infraestructura para el ocio.

Lo efectivo es que El alcalde Johnny Torres está en disposición de dar una solución a dos problemas reales y recurrentes de la ciudad de los que otros han escapado, enfrentarlos sin excusas es ya un logro. Tarija merece mejores infraestructuras de ciudad.


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