Francisco y el camino de la Iglesia
Bolivia es uno de los territorios donde más se evidencia esta permanente disputa entre las jerarquías de la Conferencia Episcopal con el papado, aderezada con política y poder
El papa Francisco cumplió diez años en el cargo desde aquel intempestivo 2013 en el que se volvió a registrar una renuncia de un papa al Vaticano, algo que no había sucedido en los últimos siglos. Por eso mismo, Francisco asumió el cargo ya señalado por lo excepcional de su elección, a lo que se añadió que era el primer sudamericano - el primero no europeo y el tercero no italiano desde 1523 –.
No fue electo a la primera, pero el padre Bergoglio tenía claro lo que quería hacer con la Iglesia, y por eso eligió el nombre de Francisco, el que mejor simboliza la opción por los pobres, algo que quiso alentar desde el primer momento, cuando renunció a los lujos y aderezos del papado y continuó residiendo en su pensión y condenó algunas prácticas demasiado extendidas en el Vaticano.
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Ratzinger renunció alegando que no tenía fuerzas para sobrellevar las cargas del papado, por aquellos tiempos sobrecargadas con los asuntos de la pederastia siempre socapada por los jerarcas – incluso el propio Ratzinger ha sido acusado de tolerarla en su diócesis – y por los manejos de capitales en el IOR, la financiera vaticana utilizada para blanquear determinados capitales por determinadas organizaciones.
Bergoglio plantó cara fuerte a lo primero con la “complicada” medida de exigir que se derivaran todos y cada uno de las denuncias a la justicia ordinaria con la consiguiente suspensión, mientras que tuvo que lidiar más hábilmente con la segunda.
No tardaron en aparecerle enemigos por todas partes que básicamente lo acusaban, primero, de haber sido un cura tolerante con la dictadura en Argentina y después de todo lo contrario, ser un comunista peligroso al frente de la Iglesia. Francisco no ha perdido el tiempo defendiéndose, sino que ha seguido apostando por una Iglesia más popular, más cercana, y no ha eludido los temas sobre los divorcios o la homosexualidad, donde ha priorizado lo humano a lo dogmático.
Bolivia es uno de los territorios donde más se evidencia esta permanente disputa entre las jerarquías de la Iglesia con el papado, aderezada con política y poder.
En 2015 Bolivia fue uno de los primeros países que Francisco visitó tras asumir y como era de esperar, el pueblo se volcó con él y también un recién reelecto Evo Morales que ya pensaba en cómo lograr un subterfugio para candidatear de nuevo en 2019. El gobierno en pleno trató de capitalizar la visita y lo cierto es que el propio Francisco no disimuló su simpatía por el “proceso de cambio”, que repitió en su homilía en La Paz, aunque no le hizo ninguna gracia recibir el cristo crucificado en la hoz y el martillo.
Las diferencias con la conferencia episcopal boliviana se evidenciaron con la elección de Toribio Ticona como Cardenal – el que votará al próximo papa – por encima de algunos escándalos de concubinato y tráfico de tierras que le acompañaban, o con la elección en 2020 – con Áñez en el poder – del exembajador de Evo Morales, Julio César Caballero, para dirigir la oficina de la Pontificia Comisión para América Latina, aunque a Áñez – que entró con una Biblia a Palacio Quemado - solo le pidió que facilitara la salida de los asilados, algo que no hizo.
Hoy se debate sobre si Francisco renunciará también al cargo o sí se mantendrá hasta garantizar un relevo que continúe la senda reformista y progresista que él ha iniciado. Sin duda no faltan aquellos que harán todos los esfuerzos por evitarlo.