Hacer cuentas con Tarija

Tarija tiene un problema con la inversión pública estatal que es bastante sencillo de entender: El Gobierno no cumple sus promesas

Abril está a la vuelta de la esquina y las reivindicaciones de Tarija empiezan a ser incontenibles.  Las urgencias mandan y en el departamento empieza a ser imposible mirar hacia otro lado. No será porque no se ha intentado. El gobernador Óscar Montes lleva dos años esperando una reunión formal con el presidente Luis Arce a modo de conciliación, sin embargo, esto no se ha producido ni tampoco ha habido ninguna señal en los Ministerios que indiquen ninguna buena expectativa para el departamento, que esencialmente sigue viviendo de su trabajo, de su frontera, y cada vez menos, de su gas.

El gobernador ha puesto sobre la mesa una realidad concreta: al menos 50 proyectos ejecutados en diferentes gestiones y con diferente fórmula, aunque en su mayor parte por concurrencia con el nivel central del Estado, no se utilizan o no son útiles para la sociedad. Esto va desde Terminales de Bus o Mercados construidos en Entre Ríos o San Lorenzo no utilizados “porque están lejos” hasta costosas infraestructuras deportivas como la piscina olímpica, el velódromo o el Estadio El Tónel en El Valle, que si bien no pueden considerarse como “abandonados”, se utilizan de ciento al viento sin ningún tipo de plan o estrategia de explotación.

Muchas fueron el pilar esencial para engordar lotes y especular con la vivienda, otras simplemente el negocio puro y duro del momento. La EPI de Entre Ríos, las de Bermejo, que también suma piscifactorías, la famosa plata de cítricos y hasta un correccional de menores abandonado en mitad del monte.

El plan en realidad es de paz, pues instar a la Contraloría a meter las narices en estos clamorosos fraudes va a obligar a los responsables a movilizarse y con suerte, salvaremos alguna de las obras construidas con dinero de todos los contribuyentes que desde que se inauguraron (o se puso la última piedra) solo hacen que esperar el paso del tiempo para su amortización. Seguro que el plan permite reinaugurar y todos pueden salir contentos, pero aún así.

Y es que bien se podía haber empezado por los proyectos inconclusos, y también por aquella enorme cantidad de promesas que se repiten una y otra vez sin que avancen un metro: túnel del Aguragüe, Aeropuerto, desdoblamiento de la ruta 9, planta de tratamiento de aguas residuales, bodega pública, plantas de leche, etc., etc.

Tarija tiene un problema con la inversión pública estatal que es bastante sencillo de entender: El Gobierno no cumple sus promesas. A partir de ahí cualquier estrategia de desarrollo que contemple depender de una inversión de ese tipo está condenada al fracaso.

En Tarija se están haciendo las cosas con pies de plomo. De hecho, se ha licitado una sola obra en dos años. Mientras tanto, todas las iniciativas productivas privadas le han dado la vuelta a sus formas de hacer. Probablemente hoy somos más eficientes y más comprometidos. Quizá ese era el camino aunque no hiciera falta sufrir tanto.

Es preciso ajustar las cuentas. Ahora.


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