Esconder y revocar

El revocatorio es fundamental dentro de la democracia representativa, una herramienta de la que nos hemos dotado constitucionalmente para valorar la gestión de las autoridades y no tener que sufrir lo indecible si aparece un incapaz

El plazo ha vencido y evidentemente, el gobierno no ha planteado ninguna Ley de Amnistía, ni siquiera un decreto de indulto que es de lo más normal en estas fechas, y mucho menos un texto que incluya “los presos políticos”, pues no reconoce siquiera su existencia ya que en muchos casos son políticos presos, o denunciados, y no al revés.

Siendo así, los comités cívicos que el pasado 25 de enero se manifestaron deberán cumplir su amenaza y llevar adelante un proceso de referéndum revocatorio contra el presidente Luis Arce, que de por sí es moroso y con escasas probabilidades de éxito pues, al final, es el Tribunal Supremo Electoral quien tiene la última palabra.

Revocar a una autoridad en Bolivia, gracias a los Reglamentos del Tribunal Supremo Electoral, es una tarea casi imposible. De hecho, solo una vez se ha llevado adelante un proceso, en 2008 con Morales y los Gobernadores en la papeleta, y fue por iniciativa legislativa.

El referéndum por iniciativa popular se activa con el 25 por ciento del padrón nacional que incluya al menos el 20 por ciento de las firmas de cada departamento. Conseguirlas es un trabajo moroso y costoso, como ha dejado claro el reciente intento de modificar la Justicia por referéndum. Solo la tarea de verificación puede ser titánica.

En el caso de lograr las firmas necesarias, se abriría entonces el no menos empedrado camino de la interpretación de la normativa aplicable para someter a Arce al mencionado referéndum y de quién ocuparía su silla después y por cuanto tiempo, un asunto no menor para decantar el voto de unos y otros, por lo que también habría que buscar interpretaciones al más alto nivel.

Después vendría el voto. A Arce le votó el 55% de la población –el referéndum sería de continuidad sí o no al 50+1, aunque exista el precedente diferente del 2008 – y por ende, fue la tercera votación más alta alcanzada por ningún presidente nunca en primera vuelta, solo por detrás de Morales en 2009 y 2014, sin embargo, su gestión no está acabando de funcionar como se preveía, y con una crisis en ciernes, es evidente que ningún político está dispuesto a someterse a una reválida, pues el riesgo es alto.

En el caso de Arce hay dos riesgos fuertes: las dudas sobre las Reservas Internacionales y las permanentes profecías sobre la debacle que se avecina propalados desde diversos frentes, incluyendo el propio, alimentan la posibilidad de éxito, mientras que la división en el MAS y la voluntad del evismo de propiciar la candidatura de su líder, si bien puede ser la opción minoritaria, sí movilizaría a cierta parte del electorado.

Independientemente de lo que finalmente acabe pasando, es triste ver a políticos que a menudo se declaran paladines de la libertad y de la democracia abominar del referéndum revocatorio, bien por considerarlo “golpismo”, bien por considerarlo “inútil”. Lo cierto es que el revocatorio es un elemento fundamental dentro de este modelo de democracia representativa, una herramienta de la que nos hemos dotado constitucionalmente para valorar la gestión de las autoridades y no tener que sufrir lo indecible si aparece un incapaz, y por ende, no debería ser tan difícil plantearlo ni los políticos, que dicen gobernar escuchando al pueblo, deberían esforzarse en eludirlo. Todo lo contrario.

 


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