21F, historia de un desastre anunciado

El intento de borrado de resultados del referéndum de la memoria colectiva solo entraba en la mente de aquellos que dudaban de la capacidad intelectual de los bolivianos, pero se intentó

Pasó enmascarado en el martes de Carnaval el séptimo aniversario del referéndum constitucional del 21 de febrero de 2016, con diferencia el peor error político del Gobierno de Evo Morales en su historia, pero además, probablemente, el que desembocó después una serie de actos de los que hay que depurar responsabilidad penales, civiles y administrativas.

El 21F es el origen de la peor crisis de la democracia nacional en este siglo, el origen de unos hechos que debería esclarecer una Justicia que actualmente está incapacitada moralmente para hacerlo, por lo que saber toda la verdad nos llevará años y tal vez nunca se consiga y cada cual se quede con su verdad polarizada y arrojadiza.

Lo curioso es que a pesar de lo flagrante del fiasco, nadie en el Movimiento Al Socialismo ha asumido hasta hoy una responsabilidad política sobre lo acontecido. Ni sobre lo que sucedió antes, ni mucho menos, sobre lo que sucedió después. Más bien todo lo contrario.

La apuesta del referéndum era arriesgada, pero factible. Morales venía de haber arrasado de nuevo en 2014 con casi un 60 por ciento de los votos, la caída de los precios del gas era severa, pero apenas Tarija notaba las consecuencias de primera mano y recién se había obtenido una “victoria” en la Corte Internacional de Justicia contra Chile luego de que fuera aceptada la demanda marítima y por ende, se elevara la condición del conflicto a multilateral y dejara de ser un simple diferendo bilateral. En aquella ola se subieron los teóricos del poder total que consideraban que el proyecto del MAS no sería viable sin un caudillo al frente como Evo Morales.

Es verdad que el referéndum era la forma democrática de burlar la Constitución, al menos la contemplada en la misma, pues igualmente se podían haber sacado del bolsillo la interpretación del Derecho Humano a la Reelección como hicieron más tarde. Evidentemente hubo quien exigió tomar la vía más democrática posible, aunque los fanáticos siguieron empeñados en que lo excepcional era Evo Morales.

Visto el resultado, es evidente que de haber propuesto café para todos, es decir, eliminar la limitación de mandatos o simplemente considerar la excepcionalidad de un tercer mandato al hilo para todas las autoridades electas (Revilla, Costas, etc.) y no solo para Morales se hubiera ganado aquella consulta. Algunos lo escribimos antes, pero de alguna forma alguien consiguió que Evo pusiera todo su capital político al servicio de esa consulta. Y la perdió.

El respeto al resultado duró exactamente unas doce horas. A medio día del 22 de febrero ya se jugueteaba con aquello de “la segundita” que después se transformó en la batalla, pero no la guerra y finalmente en ese otro monstruito que fue “el día de la mentira” como intento de justificar un borrado de resultados que solo entraba en la mente de aquellos que dudaban de la capacidad intelectual de los bolivianos.

Encargarles a las mismas personas que llevaron al descalabro de 2016 la campaña de 2019, incluyendo la previa de viabilizar la candidatura doblemente vetada de Morales se califica por sí sola, sobre todo por los resultados finales, pero en cualquier caso, independientemente de todo lo sucedido y si entrar en otras valoraciones, las lecciones del 21F son evidentes.

La fecha ha quedado grabada a fuego en la historia política reciente del país para recordar que el pueblo es sabio y soberano, y que aquel que ose desafiarlo y menospreciarlo obtendrá su derrota en las ánforas o en las calles, que es donde se han escrito las páginas más decisivas de este país.

 


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