Las oposiciones

Aunque el comité cívico cruceño ha vuelto a instar a la unidad de la oposición, las diferencias ideológicas y de interpretación del contexto lo hacen inviable

La oposición ha entrado en su enésimo debate sobre la utilidad de unirse en un solo frente común de cara a las elecciones del 2025. Lo hace con la misma convicción que lo hizo en las de 2020, en las de 2019, en las de 2014 e incluso en las de 2009. La única diferencia es que esta vez lo hace un poco antes de que se pueda utilizar la excusa del tiempo como factor frustrante de esa unidad, lo cual es una buena noticia en sí misma, pues los opositores al Movimiento Al Socialismo se verán obligados a expresar sus convicciones políticas para tratar de construir un proyecto común, pues nadie parece tener muchas ganas en abrir verdaderamente ese melón.

Quienes instaron esta vez a la unidad de la oposición fueron los comités cívicos nacionales en el cabildo del 25 de enero, que seguramente pase a la historia por ser la despedida de Rómulo Calvo y poco más, pues nadie se ha puesto en serio a trabajar sobre las ideas que de aquellos encuentros simultáneos, pero no idénticos. Apenas el aspirante a suceder a Calvo, Fernando Larach, ha señalado que sí impulsará el referéndum revocatorio contra Arce.

La pandemia a nivel mundial ha dejado en evidencia la necesidad de la intervención estatal no solo para enfrentar la amenaza sino para velar por los más débiles

En aquella reunión había expectativa porque los cívicos nacionales apostaran por un modelo de Estado, e incluso había resoluciones firmadas y casi consensuadas que hablaban de avanzar en un modelo “republicano libertario” y similar, sin embargo, nada de esto pudo concretarse por la razón evidente de que no hay consenso y de que no todas las oposiciones son iguales.

Es verdad que muchos con ideas diferentes pueden juntarse para oponerse a alguien. Así pasó en el referéndum de 2016, el mayor error político del MAS en toda su historia, ya que ni siquiera aceptó extender la excepcionalidad de la reelección para alcaldes y gobernadores (como Costas en Santa Cruz o Revilla en La Paz), que sin duda le hubiera dado ese pequeño impulso necesario. Sin embargo, otra cosa es construir, es decir, lograr que te elijan.

Aunque los modernos aseguran que “las ideologías han muerto” y todos perfilen sus campañas electorales asegurando aquello de que no son “ni de izquierdas ni de derechas” y que lo que hay que hacer son dar respuestas a las necesidades de la gente, es evidente que en la concepción de esas respuestas subyacen planteamientos diferentes que son los que impiden unificar nada, porque en realidad, no es posible.

La pandemia a nivel mundial ha dejado en evidencia la necesidad de la intervención estatal no solo para enfrentar la amenaza sino para velar por los más débiles; la guerra de Ucrania y sus consecuencias le ha puesto la puntilla a un modelo concreto de Estado 0 que simbolizó aquella premier transitoria, Lizz Truss, que duró apenas un mes en el cargo.

En Bolivia conviven numerosas oposiciones. Algunas desde la socialdemocracia, que contemplan la intervención del Estado en todas las parcelas de la vida y que dicen diferenciarse del MAS en que ellos lo harían mejor; hay oposiciones liberales y ultraliberales, que siguen asegurando que el problema en Bolivia es que hay demasiados impuestos y que lo que hay que hacer es dejar que el mercado haga lo suyo, y hay oposiciones conservadoras que plantean un país en retroceso, controlado, eso sí, por los de siempre. Hay muchas más, y en esa diversidad es que la oposición como concepto debería encontrar su proyecto… De momento sigue siendo algo utópico.


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