La Justicia del MAS

Áñez es responsable del decreto que autorizó el uso de armas de fuego contra la población civil y no hay forma de borrarlo, pero el proceso debe ser impoluto

El deterioro de la Justicia ha alcanzado niveles infrahumanos y nada bueno puede salir de esta huida desesperada que han emprendido los magistrados, jueces y el resto de actores involucrados en el proceso, como los fiscales e incluso, los abogados. La podredumbre se arrastra allá donde se va y, por ende, nada importa demasiado, ningún escándalo provoca una reacción, todo vale.

Uno de estos últimos bochornos tiene que ver con el procesamiento de la expresidenta Jeanine Áñez por la vía ordinaria y desconociendo su desempeño como presidenta porque “no hay papeles”. Varios organismos internacionales han advertido ya que no se está cumpliendo con los estándares internacionales en el proceso, y a más, desde dentro se viene señalando el peligro de crear tales precedentes: hasta uno de los dictadores más nefastos que ha tenido Bolivia en su penosa tradición golpista, como Luis García Meza Tejada, tuvo un juicio de responsabilidades.

El nivel de violencia interna en el MAS es tal que ni el encarcelamiento de Camacho ha servido para mantener las filas juntas dos meses.

Uno de los problemas añadidos para Jeanine Áñez es que son demasiados los interesados en lograr tal o cual condena; demasiados los que intentan demostrar cosas a costa de su cabeza, y en eso, el debido proceso se está viendo manchado.

Por mucho que se empeñen en colocar el relato, es evidente que Jeanine Áñez no fue la ideóloga de ningún golpe de Estado sino en todo caso, una cooperadora necesaria que pasaba por allí y a la que algunos lograron convencer – aunque no opuso mucha resistencia, cuentan las crónicas de aquel noviembre – para asumir el desafío. En la primera sentencia, el Movimiento Al Socialismo (MAS) - que en este caso representa la acusación, aunque hay varias voces dentro de la misma – ha logrado imponer su criterio dividiendo la causa para condenar por la vía ordinaria a Áñez por usurpación, es decir, por nombrarse presidenta en una sesión a todas luces irregular aquel 12 de noviembre.

Con eso el MAS se dio inicialmente por satisfecho al poner a Jeanine Áñez tras las rejas, que era en realidad el único asunto que le interesaba. Con el tiempo, las bases han empezado a preguntar qué pasa con los crímenes de verdad y qué pasa con aquellos que, en su relato, pergeñaron el golpe. Eso ha puesto incómodo no tanto al MAS como al Gobierno, que se siente en la obligación de dar una respuesta. Sin embargo, el nivel de violencia interna en el MAS es tal que ni el encarcelamiento de Camacho ha servido para mantener las filas juntas dos meses.

Áñez es responsable del decreto que autorizó el uso de armas de fuego contra la población civil y no hay forma de borrarlo, así lo dice la jurisprudencia internacional y por ello deberá responder. Nadie puede creerse inmune por una investidura, ni porque esta sea intermediada por militares o por seis millones de votos. Ahora, todo el mundo merece un juicio justo ajustado a derecho. Las chapuzas, al final, se pagan caro.


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