El Banco Centralísimo de Bolivia

Ahora resulta que tenemos que hacer las gestiones en una ventanillita de registro para que se respondan unas pocas preguntas pese al ejército de comunicadores, jefes, delegados, representantes, voceros y demás

Para pedir una entrevista en el Banco Central de Bolivia, el periodista interesado debe llevar hasta la ventanilla de registro del edificiote entre la Ayacucho y la Mercado en la ciudad de La Paz una nota solicitando la misma. Seguramente en papel membretado. Seguramente con firmas del director o del gerente propietario. O de los dos, aunque seguramente habrá que adjuntar la documentación de fundaempresa, las resoluciones de directorios que lo nombran, quizá un acuerdo del Consejo Editorial motivando la razón por la que se ha pedido tal entrevista y, con probabilidad, dos copias de cédula. Conviene llevar factura de luz o agua, o las dos, por si acaso, aunque no esté a su nombre.

Resulta que después de tres años de pandemia en los que todo se ha digitalizado, en los que el mundo entero se ha puesto detrás de una webcam para hacer un Meet o un Zoom, en los que decisiones importantes se han tomado en grupos de WhatsApp, el Banco Central de Bolivia, la entidad que está acompañando la internacionalización de nuestra economía y la que debe incentivar la bancarización, por ejemplo, requiere de un papelito con firmas y sellos y membretes para conceder una entrevista a un medio local. Y eso que somos de los viejitos.

Resulta que en estos tiempos en los que se cuenta en tiempo real las protestas en Lima, la catástrofe en Turquía, en que cualquiera desde cualquier lugar del mundo puede meterse en el noticiero de CNN o en el de El Bermejeño, el Banco Central de Bolivia requiere de un protocolo de lo más concienzudo para responder unas pocas preguntas. Resulta que después de 30 años contando Tarija, Bolivia y el mundo desde estos “recónditos” lugares del sur, que son bien bolivianos por cierto y han generado buena parte de las divisas internacionales de las últimas décadas para el país, ahora resulta que tenemos que hacer las gestiones en una ventanillita de registro pese al ejército de comunicadores, jefes, delegados, representantes, voceros y demás que velan, se supone, por la transparencia y buena comunicación de una institución central, especialmente en estos meses de vaivenes económicos.

Claro que entendemos que es un momento difícil para el Banco Central, que la Ley del Oro es una suerte de medida desesperada, que nadie se hace cargo de la caída de reservas, que es difícil de explicar la propia caída, las inversiones, las letras y la cascada de renuncias en cargos clave, pero esconderse no suele ser una buena medida, ni de los grandes, ni de los pequeños y libres como nosotros.

Quienes sacaban músculo por las ingentes reservas del pasado deben ahora explicar que la nimiez actual es suficiente. Cosas de la comunicación. Cosas de la Economía. Cosas también del respeto.

DESTACADO.- Quienes sacaban músculo por las ingentes reservas del pasado deben ahora explicar que la nimiez actual es suficiente


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