La malla curricular y los cambios de verdad

Bolivia es líder en feminicidios y en embarazo adolescente, lo que sugiere que la no intromisión de la escuela en estos temas no ha funcionado

La proximidad del inicio del nuevo año escolar ha venido acompañada con una nueva polémica. La modificación de la malla curricular y la inclusión de determinados contenidos ha puesto en guardia a diferentes estamentos que participan del proceso de enseñanza y aprendizaje, en concreto, padres y profesores.

El “malestar” tiene que ver con la inclusión de la Educación Sexual Integral y el enfoque despatriarcalizador de forma transversal a lo largo de toda la malla curricular, además de algunos de esos temas puntuales que generan ruido innecesario.

La inclusión de la Educación Sexual Integral en los colegios es un asunto contra el que han hecho campaña los movimientos más conservadores en todo el continente, a los que tampoco les gusta especialmente que se ponga de relieve que el machismo y su perpetuación en la cultura popular tiene todo que ver con la forma en la que educamos a nuestros hijos, tanto en la casa como en la escuela.

El principal argumento es que la educación sexual se aborda en la familia y que no tiene que venir nadie a explicarle a nuestros hijos qué está bien y qué está mal, y lo propio respecto a los roles de género y demás asuntos que tienen que ver con la convivencia familiar y social.

Frente a este argumento, se imponen los datos.

Bolivia es uno de los países con mayor tasa de incidencia de feminicidios del mundo. Desde hace demasiados años las cifras superan los 100 decesos al año, más o menos dos mujeres pierden la vida cada semana en un país de apenas 11 millones de habitantes. Bolivia, con 1,8 mujeres asesinadas cada año por 100.000 habitantes es el país con mayor tasa de incidencia de Sudamérica, por encima de Brasil que tiene 1,7; de México que tiene 1,6 y a años luz de Chile, que tiene 0,5.

Negar que esta tasa tan alta de feminicidio tiene que ver con la concepción generalizada de la relación entre hombres y mujeres es imposible, y es evidente que confiar esta tarea en las familias no está funcionando.

Lo propio sucede con la Educación Sexual. Bolivia es uno de los países del mundo con mayor tasa de embarazo adolescente, y Tarija, dentro del país, tiene un índice particularmente alto. Se estima que 1 de cada 5 niñas llegará al menos con una wawa a los 18 años.

Romanticismos aparte, sin entrar al espinoso tema del aborto y dando por hecho de que las niñas no pueden ser madres, es evidente que algo no se está haciendo bien cuando condenamos a una parte muy importante de nuestras jóvenes a renunciar a sueños e ingresar en la vida adulta de manera precoz y ya con responsabilidades.

A menudo, cualquier acción directa de los colectivos y activistas se suele descalificar aludiendo a que se necesitan acciones a largo plazo, y precisamente de eso es que se está hablando con la inclusión de la Educación Sexual Integral en un currículo menos machista y menos colonial. Cambiar las cosas está en nuestras manos.

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