Tarija y el cambio climático

Todos los territorios están sufriendo vuelcos importantes en sus climas y que esta vez no ha hecho falta esperar 80 años para sentir cambios

Los negacionistas del cambio climático lo tienen cada vez más difícil para explicar estas cosas que están pasando en el planeta. Al contrario, podrían incluso derivar hacia teorías conspiranoicas de intervención directa del hombre en el clima. ¿Cómo si no explicar que Europa, en medio de la tensión con Rusia por el cierre de sus ductos y los precios topados del crudo, esté viviendo el invierno más benigno en décadas? Cualquiera podría sospechar, pero desde el rigor científico, evidentemente, son cosas que podrían suceder, y han sucedido.

Lo que nadie puede negar es que los estándares climáticos en todos los territorios están sufriendo vuelcos importantes y que esta vez no ha hecho falta esperar 80 años para sentir cambios. Las temperaturas son más extremas en invierno y en verano, pero por periodos cortos, después, en general, el clima es más cálido.

En Tarija esta situación en concreto es más que evidente con marcadas consecuencias. La temporada de lluvias es más corta y por momentos, torrencial, aunque los desastres tienen muchas veces que ver con la mano humana y el afán por el desmonte, que es a su vez otra de las causas de este alboroto climático. En invierno a su vez hay temperaturas más extremas que ayudan a controlar las plagas, más resistentes por el calor prolongado prácticamente desde septiembre. Y por supuesto, cada tanto se cruza una ola de frío en mitad de un enero achicharrante que no ayuda a nada ni a nadie y solo saca resfríos.

Tal vez el más claro indicador de este cambio climático en el departamento es el de la proliferación del dengue, una enfermedad tropical que ha trepado ya hasta la capital del departamento para convertirse en endémica, con la consiguiente alarma médica que genera.

Hasta hace unos pocos años, el dengue azotaba el Chaco y Bermejo, algo a lo que contribuía su dramática falta de servicios básicos garantizados, fundamentalmente el agua corriente, que hacía que las familias acumularan grandes cantidades para superar cualquier eventualidad, que podía ser de semanas a poco que las lluvias se repitieran. Después de muchas campañas, el dengue en aquellas zonas se ha naturalizado, es decir, todo el mundo sabe lo que hay que hacer en estos casos tanto para evitarlo como para combatirlo.

La cuestión es que desde la pandemia, en Tarija capital se vienen registrando casos locales, es decir, no de viajeros eventuales o retornados, sino que en las quebradas se están criando larvas con los zancudos contaminados que no tardan en inocular el dengue en los ciudadanos. Un problema más para una ciudad que ya tenía bastantes.

Seguramente no hay solución milagro, pero limitarse a la adaptación supone una resignación poco atractiva para las generaciones que aún pueden reaccionar. Ojalá pronto se pueda, de verdad, hacer algo más que simplemente esperar la tragedia.

DESTACADO.- Tarija se ha convertido en una ciudad con dengue endémico, cuando era propio de zonas tropicales

 

 


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