Industrializar sigue de moda

Muchos problemas no tienen que ver con el determinismo físico sino, más bien, con la estrechez de miras histórica de los gobernantes

A estas alturas de la vida independiente, Bolivia sigue arrastrando una serie de problemas recurrentes que condicionan su propio desarrollo. Problemas que a menudo e históricamente aparecen y han aparecido en los programas electorales de cualquier aspirante al poder con tremendas simplificaciones, pero que a la hora de la verdad se convirtieron en inabordables.

Hasta aquí hemos llegado con algunos problemas estructurales que convierten en estériles muchos esfuerzos. El más sonado de ellos es el de nuestra condición de mediterraneidad, pero no es el único, de hecho, si se cumpliera aquello del libre tránsito real en los puertos chilenos podría no ser ni grave comparado con la vertiente orográfica y nuestros imposibles métodos de cohesión entre tres regiones claramente diferenciadas como el altiplano, el valle y las llanuras sean amazónicas o chaqueñas. Cada una de estas regiones recoge diferencias específicas y necesidades concretas con múltiples desafíos.

Recorrer el país de sur a norte o de este a oeste sigue siendo una aventura de riesgo y eso los transportistas lo saben. Sacar la producción desde los lugares donde se produce hasta los centros logísticos nacionales primero e internacionales después es una tarea compleja, pues nuestras infraestructuras son a menudo obsoletas e insuficientes por mucho que en los últimos años se haya avanzado sustancialmente en ello. La red vial es un conjunto de carreteras atendiendo a criterios de oportunidad política mientras que la red ferroviaria - ese interés estratégico no nacionalizado sino adquirido a golpe de operaciones turbias por aquello que se llamaba el “entorno” del gobierno de Evo Morales y su vicepresidente -, es una suerte de misterio invisible al que nadie quiere mirar de frente.

El otro gran problema estructural del país, aunque probablemente es el mismo, es su inmensidad, cruzada, evidentemente, por la baja población. 12 millones de bolivianos en más de un millón de kilómetros cuadrados deja una de las densidades de población más bajas del mundo, lo que se traduce en amplias zonas del país despobladas, condiciones que favorecen lo ilegal y amenazan la soberanía.

Los otros problemas, sin embargo, no tienen que ver con el determinismo físico sino, más bien, con la estrechez de miras histórica de los gobernantes o del resultado de una toma de decisiones que han resultado en un país con una inmensa cantidad de población pobre y un 25 por ciento de ciudadanos viviendo en la extrema pobreza por mucho que se edulcoren los indicadores.

La pobreza material en un país de ingentes recursos naturales y baja población, concentrada en unos cuantos núcleos urbanos grandes, como en el eje central, es un asunto a reflexionar. La estrategia de exportar no nos ha beneficiado en absoluto como país, mientras que las pocas iniciativas de industrialización abordadas han sido boicoteadas desde siempre por agentes internos de dudosas servidumbres.

Transformar el país pasa por encontrar sus potencialidades y darles valor añadido. No se trata de embarcarnos en políticas modernas ni en apuestas de riesgo o economías “naranja” que apostaron todo al turismo y el vivir bien. Hace falta una estrategia clara que deje el excedente para potenciar los servicios públicos y la inversión nacional. Que los recursos se multipliquen en casa y que los ciudadanos, con sus necesidades básicas cubiertas, encuentren oportunidades para desarrollarse.

Vamos con el mes de la Patria.

DESTACADO.- 12 millones de bolivianos en más de un millón de kilómetros cuadrados deja una de las densidades de población más bajas del mundo


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