El retorno de la UPRE y el poder

El sistema UPRE emula el ecosistema colonial de los comunarios cortejando al caudillo para ganar su favor, pero el programa es muy susceptible de mejorarse

Con bombo y platillo el presidente del Estado Luis Arce celebró el pasado lunes el retorno de la Unidad de Proyectos Especiales de la Presidencia (UPRE) después de más de dos años de estancamiento.

Según explicó el propio Arce, durante el año y medio que lleva en el gobierno se ha intentado poner al día los casi 1.800 proyectos con deudas que habían quedado paralizados después de la gestión interina de Jeanine Áñez, que no es que no utilizara el programa para hacer entregas al más puro estilo populista, sobre todo una vez que lanzó su candidatura, sino que simplemente no los canceló.

La UPRE es ciertamente el paradigma del populismo: un programa opaco en la administración donde nadie tiene claro el mecanismo de asignación de recursos y que ni siquiera se reporta convenientemente en una página web oficial del Gobierno ni del Ministerio de la Presidencia. En general se sabe quién entrega – en este caso Luis Arce -, pero no se sabe ni a quién, ni por qué, ni en base a qué y, sobre todo, quien es el que acaba construyendo esa cantidad de proyectos que la experiencia dice que no acaban de ser tan bonitos ni tan útiles como se dibujan en los planos.

Tarija es un buen ejemplo de lo lapidario de este proyecto: el mercado de San Lorenzo que se usa de garaje; el campo de fútbol de El Tónel en Uriondo que se utiliza para La Vendimia; la misma circunvalación de San Lorenzo; el hotel de la COB en Cercado; plantas de alimentos balanceados por todo ello; terminales de buses en Entre Ríos y mucho más.

Los más maquiavélicos justifican que lo importante es el fin, y que el fin es poner dinero en circulación en determinados territorios con los que dinamizar la economía, que eso es parte del milagro económico boliviano y que hay cierto celo colonial en aquellos que solo observan permanentemente las fallas en la inversión pública que se hace en el área rural, como si no tuvieran derecho.

Lo cierto es que la UPRE en sí emula mucho del ecosistema político colonial, del caudillo llegando a las zonas alejadas para escuchar los pedidos de sus pobladores, donde no se escatima en zalamería y hasta se exageran los ruegos, y que al final concede la gracia de la inversión convirtiendo al depositario – que se muestra extraordinariamente feliz sea porque es el camino más rápido a la reelección o por otras cosas más materiales – en esclavo político.

El programa en sí adolece no solo de los mecanismos básicos de la transparencia, sino también de ser poco creativo y ubicarse mal en las prioridades locales y departamentales; por lo general los alcaldes se mueven por modas y por copias, y ahí que si alguien pide una cancha de pasto sintético y la justifica, el siguiente también lo haga, y el siguiente y el siguiente. Y lo mismo con una piscina, con un salón social, con un mercado o con una terminal de buses, mientras que otras necesidades, como el agua corriente, quedan al margen.

Con el relanzamiento, Luis Arce está demostrando que tiene el poder del Estado y, leído en clave interna, quien quiera acceder a ese Estado debe pasar por él. Ojalá esto sirva también para ordenar un programa que puede ser útil por lo ágil, pero que resulta demasiado soez en la gestión y en lo clientelar. Si alguien puede cambiar las cosas, es precisamente Luis Arce.

DESTACADO.- Con el relanzamiento, Luis Arce está demostrando que tiene el poder del Estado y, leído en clave interna, quien quiera acceder a ese Estado debe pasar por él.


Más del autor
Tema del día
Tema del día
El MAS y el cambio de época
El MAS y el cambio de época